Nuestra Eternidad Segura预览

Semana 6 - Día 2

Lectura: Juan 18:1–19:42

DEVOCIONAL: Juan 18:36

Respondió Jesús: —Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.

Como hemos visto claramente a lo largo de este estudio, el Evangelio de Juan ofrece una perspectiva diferente sobre la vida y el ministerio de Jesús que los otros tres relatos del Evangelio. Juan decidió contar eventos específicos para demostrar a sus lectores que Jesús es el Hijo de Dios y el único camino a la vida eterna. La narrativa de la crucifixión no es diferente. Juan presenta momentos, conversaciones y acciones específicas para presentar a Jesús como Rey, en pleno control de lo que le estaba sucediendo y dispuesto a ofrecerse a sí mismo como sacrificio por el mundo. Como sucede con el resto de este Evangelio, Juan presenta un testimonio del Rey para que podamos creer en Él y tener vida eterna.

Cuando Jesús y sus discípulos llegaron al jardín en las afueras de la ciudad, fueron emboscados por un escuadrón de soldados, encabezados por Judas, el que lo traicionó. Cuando Jesús se reveló, los soldados cayeron al suelo. Jesús se fue con ellos, aceptando de buen grado lo que el Padre le había encomendado. Cuando Jesús estuvo ante Anás, permaneció tranquilo mientras los sacerdotes y los oficiales lo golpeaban.

Jesús anunció su reinado a Pilato durante su interrogatorio. Jesús sabía que su propósito no era derrocar al gobierno, sino salvar al mundo del pecado. Él reveló que Su reino no era del mundo, por lo que se sometió a las autoridades que tenía ante Él sin renunciar a nada de Su poder y autoridad.

Finalmente, durante Su crucifixión, Jesús mantuvo el control. Juan registra que Jesús sabía todo lo que le estaba sucediendo. Sus últimas palabras en la cruz muestran quién es Él. La vida de Jesús no le fue quitada. No fue obligado a someterse, obligado a morir. Jesús permitió que lo arrestaran, lo juzgaran, lo golpearan y lo crucificaran para cumplir Su propósito: morir para que tuviéramos vida eterna con Él. Jesús completó Su obra. Cumplió las Escrituras y se mostró al mundo. Después de esto, entregó su espíritu. Él no fue asesinado en contra de Su voluntad, sino que voluntariamente se entregó a Sí mismo, voluntariamente murió en nuestro lugar para que pudiéramos vivir.

Él es el verdadero Rey. Él es el que ofrece la vida con su muerte. Su reino no es de este mundo, ¡y qué maravillosa verdad es esta! Su reino es eterno y ¡Él se sienta para siempre en el trono!