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Resentidos en Silencio: Cuando La Enfermedad Sacude La Fe

DÍA 4 DE 5

El perdón no niega la herida...la transforma.

Perdonar no se trata solo de un sentimiento pasajero, sino de una decisión que muchas veces nace en medio del dolor más profundo.

Pedir Perdón a Nuestro Padre. Todo comienza con el perdón de nuestro Padre porque de ahí fluye todo lo demás. Pedirle perdón a Dios, ya sea porque en nuestro quebranto muchas veces lo hemos cuestionado, lo hemos culpado en silencio o lo hemos dejado de buscar.

Queremos respuestas, pero la rendición sana aún más. Rendirnos ante Él y reconocer que necesitamos su perdón, no es un paso opcional; es el mayor paso de sanidad para que seamos restaurados.

Perdonarte a Ti Mismo. Lo más difícil al inicio de la restauración de Dios en mi vida, fue perdonarme a mí misma por haber apartado mi mirada de Él, a pesar de la hermosa relación que teníamos desde mi niñez. Ahí es precisamente donde el enemigo quiere que te quedes, en el suelo del dolor, la culpa y la autocompasión.

Cuando eliges perdonarte, reconoces que la Cruz de Cristo ya pagó el precio y que no eres definido por tus tropiezos, sino por el amor de Aquel que nunca te soltó.

Perdonar a los Demás. Mientras confrontamos un proceso de enfermedad, a veces podemos ser heridos por otros y no necesariamente intencionalmente. Esto muchas veces provoca el aislamiento, ya sea por las palabras que nos hieren, los juicios apresurados o la incomprensión.

Quizás fuiste presionado por otras personas que, aunque con buenas intenciones, te forzaban a estar siempre “fuerte”. Por otro lado, están quienes insisten en que solo eres el reflejo de una fe débil o que todo está en tu mente.

Tampoco faltarán quienes usen versículos en tono acusador, asegurando que tu situación es por pecados ocultos o por haber dado “legalidad” al enemigo. Si la enfermedad que padeces tampoco es visible externamente, multiplica por dos cualquiera de las acusaciones.

Como resultado, cargas también con el peso del señalamiento de quienes no entienden. Los que hemos estado ahí, sabemos el dolor en silencio que provocan esos ejemplos lacerando lentamente el corazón.

En algunos casos, te tocará discernir cuándo mantener distancia es inevitable. Esto es, si persisten en un patrón que se ha convertido en un dardo del enemigo, sin que ellos mismos se hayan dado cuenta. Sea cual sea el caso...decide perdonar.

El perdón es medicina: libera cadenas invisibles, sana las heridas y nos permite reenfocar la mirada en Cristo.

Job, después de ser juzgado y señalado por sus amigos, oró por ellos y encontró restauración. ¡Hay libertad y sanidad en el perdón!

Por último, la Palabra también enseña: “¡ay del solo! que si cae, no habrá segundo que lo levante” (Ecl. 4:10). No cierres tu corazón para rodearte de relaciones de pacto. Dios usa vínculos en la familia y amistades maduras en la fe para corregirnos y levantarnos.

Reflexiona

¿Necesitas pedirle perdón a Dios por haberlo culpado, dudado de Él o alejarte de su presencia?

¿Hay algo por lo que debas perdonarte a ti mismo?

¿A quiénes necesitas perdonar para no seguir cargando un peso invisible?

Oración

Señor, hoy decido dar un paso de fe y restauración al perdonar. La libertad y la paz que me darás, iniciarán un proceso de transformación en mi vida y ya no seré el mismo. Ayúdame a que cada vez que confronte situaciones relacionadas con mi enfermedad, no reaccione de la misma manera.

Que tu perdón y la llenura de tu Espíritu Santo me renueven hasta que mi corazón pueda volver a amar incondicionalmente, como el amor que describes en 1 Corintios 13. Haz de mi vida un reflejo de ese amor que sana, restaura y da esperanza aún en medio del proceso. En tu nombre Jesús, amén.

Acerca de este Plan

Resentidos en Silencio: Cuando La Enfermedad Sacude La Fe

Este plan está dirigido a quienes su vida dio un giro drástico a causa de una enfermedad que los obligó a enfrentar un antes y un después, redirigiendo su camino. Tal vez has guardado en silencio un resentimiento hacia Dios, temiendo lo que pensarán si lo expresas. Sin embargo, sigue esa pregunta dentro de ti: ¿por qué tuvo que ser así? Permite que el Espíritu Santo te acompañe para confrontarte en amor y sanar, en lugar de reprimir el dolor. Que este sea un tiempo de restauración o medicina preventiva para cuidar tu corazón y mantenerlo sano delante del Padre.

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Nos gustaría agradecer a Redireccionados por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.facebook.com/redireccionados