Resentidos en Silencio: Cuando La Enfermedad Sacude La FeMuestra

¿Cuánto tiempo puede resistir un corazón guardando silencio sin quebrarse por dentro?
Al callar lo que duele y no expresarlo delante de Dios, el corazón comienza a llenarse de pensamientos que pudieran pesar más que la misma enfermedad. Entonces, ya no solo cargas con el saco de la frustración, sino que también le añades un silencio que puede convertirse en la antesala al resentimiento. Ese resentimiento actúa como un veneno lento: contamina tu fe, roba tu paz y siembra amargura.
Cuando comencé a ser confrontada con mi nueva realidad versus quien solía ser antes de la enfermedad, sentía cómo lo más preciado dentro de mí colapsaba. Me sumergí en un silencio tan profundo, que sentía cómo lentamente se iba apagando algo dentro de mí.
Soporté el dolor físico extremo, pero cuando finalmente tocó mis emociones, la herida emocional fue aún más dolorosa que la física. Curiosamente, nunca pensé que se convertiría en la pieza catastrófica del colapso y terminaría alejada de los caminos del Señor. La misma mujer que conoció y amó a Dios con todo su corazón desde niña.
El Resultado del Silencio. El ahogo del silencio hace que la oración se enfríe, que desvíes tu mirada de Jesús y que la Palabra pierda sabor. Poco a poco, la comunión con Dios parece apagarse; no porque Él se haya alejado, sino porque el ruido interno del silencio ensordeció su voz en ti.
Puedes seguir asistiendo a la iglesia y sonriendo en público, pero en lo profundo de tu corazón, te sientes atrapado en un eco de dolor. Envuelto en un torbellino de emociones que arrasa con todo a su paso al chocar con las expectativas rotas. Ese es el resultado de ese peso oculto en silencio.
“Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día.” (Salmos 32:3 RVR1960)
Hoy el Espíritu Santo transciende estas letras para hablar a tu corazón. No permitas que la prisión del silencio te lleve a un resentimiento que se convierta en un callejón sin salida. Si lo ignoras, darás paso a la depresión o la amargura, con un corazón endurecido. Lo más triste es querer llorar y no poder; querer amar y sentir que no tienes nada para ofrecer porque te ahogaste en las circunstancias. No te permitas llegar a ese punto y detente.
Yo pensaba que llegar a ese extremo nunca me pasaría a mí. Esa arrogancia oculta me abofeteó en la cara, porque bien lo dice su Palabra: quien piense estar firme, mire que no caiga (1 Corintios 10:12). El camino hacia la libertad comienza cuando reconocemos lo que se ha ido acumulando en silencio en el corazón y lo exponemos delante de Dios para sanar. No se trata de negar lo que sentimos, sino de rendirlo a Él.
Reflexiona
¿Qué máscaras de apariencia hoy decides remover para ser libre de la carga del silencio que oprime tu corazón?
¿Cómo ha afectado tu comunión con Dios el callar lo que realmente sientes?
Detente y reconoce las primeras señales del resentimiento antes que intente contaminar tu corazón.
Oración por ti
Padre, hoy presento delante de ti a quienes cargan en silencio el peso del resentimiento o emociones ocultas que le han desgastado o pudieran estar enfriando su fe. Tú conoces los silencios que pesan en su corazón y las lágrimas escondidas.
Te pido que tomes ese peso y lo saques a la luz, para que tu presencia lo transforme. Rompe las cadenas del silencio, arranca de raíz todo lo que no proviene de ti y en su lugar renueva su fe, sana sus emociones y restaura su paz.
Desde hoy comienza una sanidad profunda en sus corazones. Sus voces se elevarán en oración sincera, encontrando en ti descanso y paz. Gracias, Señor. En tu nombre, Jesús, amén.
Acerca de este Plan

Este plan está dirigido a quienes su vida dio un giro drástico a causa de una enfermedad que los obligó a enfrentar un antes y un después, redirigiendo su camino. Tal vez has guardado en silencio un resentimiento hacia Dios, temiendo lo que pensarán si lo expresas. Sin embargo, sigue esa pregunta dentro de ti: ¿por qué tuvo que ser así? Permite que el Espíritu Santo te acompañe para confrontarte en amor y sanar, en lugar de reprimir el dolor. Que este sea un tiempo de restauración o medicina preventiva para cuidar tu corazón y mantenerlo sano delante del Padre.
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