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Resentidos en Silencio: Cuando La Enfermedad Sacude La Fe

DÍA 2 DE 5

¿Has experimentado la carga de la frustración como si fuera más pesada que la misma enfermedad?

La frustración no tratada puede transformarse en un muro que te aísla más que la misma enfermedad. A veces surge por lo que otros dicen o piensan; otras, por lo que nos repetimos en silencio lastimándonos nosotros mismos.

Sumergirnos en la frustración nos enferma cuando nos aísla y nos roba la esperanza. La gracia nos sana cuando nos recuerda que somos hijos amados, aun en medio de la fragilidad.

Aislarte tan solo se convertirá en una trampa del enemigo para mantenerte en la mentalidad de víctima y no de vencedor. Persistirán pensamientos como: ¿Por qué a mí?, ¿acaso es un castigo?, o peor aún, compararás tu vida con la de los demás.

La impotencia ante tus limitaciones puede desatar una guerra interna que desvíe tu mirada de Jesús hacia las circunstancias. En el peor de los casos, hasta la amargura puede tocar tu puerta, la cual debilitará tu fe aún más y pudieras terminar alejado de los caminos del Señor.

Identificando la Raíz. Examinarnos es necesario, pero no para vivir en culpa, sino para permitir que la luz de Dios traiga sanidad. Esa raíz puede estar en el desgaste físico o emocional, en hábitos descuidados o en heridas espirituales no resueltas. Sea cual sea el origen, Dios ofrece restauración en todas ellas.

No siempre se trata de satanás o de castigo; a veces el Señor permite estas situaciones con un significado mucho más profundo de lo que puedas entender en este momento.

La enfermedad entró al mundo por el pecado original, pero eso no significa que cada persona enferma lo esté por causa de su propio pecado. Independientemente de la razón, la enfermedad puede convertirse en una oportunidad para que Dios trate con nuestro corazón.

Jesús se acercaba a los enfermos sin condena, con compasión, restaurando no solo el cuerpo, sino también la dignidad del corazón. (Mateo 9:12–13)

Con el tiempo comprendí que el camino de la sanidad no se trata de buscar culpables, sino de permitir que Dios saque a la luz lo que necesita ser tratado. Dios no te mira con desprecio ni con dedo acusador. Su gracia siempre está más cerca que cualquier señalamiento humano.

Pablo vivió con un aguijón en la carne que nunca desapareció, pero en su debilidad el poder de Dios se hizo más evidente. Algunos debaten si aquel aguijón era una enfermedad o no. Lo cierto es que, independientemente lo fuera o no, el mensaje primordial es que Dios lo usó para glorificarse.

Él no se detuvo en la vergüenza, sino que dependió de la gracia de Dios y su vida sigue dejando huella. La debilidad no te invalida; es el espacio donde Dios se glorifica. ¿Qué decidirás tú?

Reflexiona

¿De qué manera presentas delante de Dios tu frustración cuando la impotencia te hace sentir limitado?

¿Qué raíces crees que el Espíritu Santo quiere mostrarte hoy para traer verdadera sanidad a tu vida?

¿Cómo puedes, al igual que Pablo, permitir que tu debilidad sea un espacio donde la gracia de Dios se engrandezca?

Oración

Señor, entrego a ti toda frustración y todo pensamiento que me quiere hacer sentir indigno. Renuncio a vivir en la culpa y en el aislamiento y recibo tu gracia que me restaura. Examina mi corazón y ayúdame a identificar la raíz o el propósito de este proceso. Corrige y sana lo que tenga que enderezarse en mi vida.

Así como Pablo pudo experimentar tu poder en su debilidad, yo también decido creer que tu gracia me basta y que tu fuerza se perfecciona en mí. Transforma mis pensamientos y mi corazón para que en medio de mi fragilidad, tu nombre sea glorificado. En el nombre de Jesús, amén.

Acerca de este Plan

Resentidos en Silencio: Cuando La Enfermedad Sacude La Fe

Este plan está dirigido a quienes su vida dio un giro drástico a causa de una enfermedad que los obligó a enfrentar un antes y un después, redirigiendo su camino. Tal vez has guardado en silencio un resentimiento hacia Dios, temiendo lo que pensarán si lo expresas. Sin embargo, sigue esa pregunta dentro de ti: ¿por qué tuvo que ser así? Permite que el Espíritu Santo te acompañe para confrontarte en amor y sanar, en lugar de reprimir el dolor. Que este sea un tiempo de restauración o medicina preventiva para cuidar tu corazón y mantenerlo sano delante del Padre.

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