Identidad Sin FiltrosMuestra

DÍA 5 – REFLEJO DEL CIELO

Devocional:

Hay algo poderoso en un espejo limpio: refleja con claridad. Pero cuando el espejo está manchado o roto, distorsiona la imagen. Así pasa con el alma. Dios nos diseñó para reflejar Su gloria, pero el pecado, el dolor o la inseguridad nublan ese reflejo. Sin embargo, el amor de Cristo vino precisamente a restaurar lo que se había dañado, a limpiar el vidrio para que el mundo vea Su luz a través de ti.

2 Corintios 3:18 dice: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen". Esta es una de las verdades más hermosas del Evangelio: no solo fuimos creados a imagen de Dios, sino llamados a seguir reflejando Su carácter a medida que somos transformados por Su presencia.

Tu vida es como un espejo espiritual. Lo que reflejas depende de lo que contemplas. Si solo miras el dolor, reflejarás amargura. Si solo miras las opiniones de los demás, reflejarás inseguridad. Pero cuando miras al rostro de Cristo, comienzas a reflejar Su paz, Su gracia y Su poder. Por eso el cambio verdadero no viene de aparentar; viene de permanecer.

Jesús dijo: “Ustedes son la luz del mundo" (Mateo 5:14). Esa no es una sugerencia; es una identidad. Eres portador de Su luz, incluso cuando no te sientes suficiente. La luz no tiene que esforzarse por brillar; simplemente lo hace. De la misma manera, cuando estás lleno del Espíritu, brillas sin pretender. Tu alegría, tus palabras, tu compasión y tu testimonio son destellos del cielo en la tierra.

Pero ser reflejo del cielo no siempre es fácil. Significa elegir la gracia cuando otros eligen el orgullo. Significa perdonar cuando tu carne quiere venganza. Significa servir cuando el mundo te dice que te pongas primero. Reflejar a Cristo requiere rendición, pero esa rendición libera.

Efesios 5:8 lo recuerda así: “Antes ustedes eran oscuridad, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de luz". No se trata solo de saber quién eres, sino de vivir conforme a ello. Eres hijo de luz, no sombra del pasado. Fuiste creado para ser una ventana por donde otros vean el amor de Dios.

Y aquí está el milagro: cuanto más te acercas a Jesús, más te pareces a Él. No porque trates de imitarlo, sino porque Su presencia te transforma. El reflejo no se esfuerza por copiar la luz; simplemente la recibe. Así de sencillo, así de profundo.

Quizás durante este plan has recordado cosas que te habían robado identidad, pero también has sentido el llamado a caminar en autenticidad. Hoy Dios te recuerda que la obra no termina contigo; apenas comienza. Cada paso de fe, cada palabra sembrada, cada acto de amor refleja al Padre que habita en ti.

Eres un espejo del cielo. No permitas que la culpa, el temor o las comparaciones empañen el brillo que Dios depositó en tu interior. No se trata de perfección, sino de transformación. Vive sin filtros, con el rostro descubierto ante Su presencia, dejando que Su luz brille en ti y a través de ti.

Oración:

Señor, gracias porque me recordaste quién soy en Ti. Gracias por limpiarme, restaurarme y hacerme reflejo de Tu gloria. Hoy decido vivir como hijo de luz, no de sombra. Que mi vida hable más fuerte que mis palabras, y que otros vean Tu amor reflejado en mí. Transfórmame cada día más a Tu imagen, hasta que mi carácter, mis actos y mi voz sean un eco del cielo en la tierra. Amén.