CULTURA DE ORIGEN Devocional 21 díasMuestra

DÍA 20 — GENEROSIDAD: Un Estilo de Vida

Pero esto digo: el que siembra escasamente, escasamente también segará; y el que siembra abundantemente, abundantemente también segará. Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría. 2 Corintios 9:6-7 (NBLA)

En un mundo donde la generosidad parece una práctica anticuada o incluso peligrosa, dar puede parecer riesgoso, algo que podría hacernos vulnerables o ser malinterpretado. A veces incluso recibir algo inesperado despierta sospecha.

Vivimos en una sociedad centrada en nosotros mismos, que nos deja poco tiempo para pensar en dar en lugar de sólo recibir.

Seamos honestos: ¿quién piensa constantemente en el bienestar de los demás?

Cuando vivimos centrados únicamente en nuestro propio beneficio, perdemos la vida en abundancia que Jesús promete: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” Juan 10:10 (NBLA), una vida que se comparte con los demás y no se limita a uno mismo.

La generosidad no debe producir miedo ni culpa, aun cuando sentimos que tenemos poco. Dios mira el corazón, no la cantidad (2 Corintios 9:7). La generosidad no es únicamente económica: es compartir tiempo, palabras, presencia, escucha, misericordia, gracia. No se trata de recursos primero, sino de disposición del corazón.

La generosidad no debería causarnos miedo ni culpa, aunque sintamos que tenemos poco. Dios mira el corazón, no la cantidad en nuestras manos (2 Corintios 9:7). Ser generoso no se trata solo de dinero; también se refleja en nuestro tiempo, nuestras palabras y nuestra presencia con los demás. La verdadera generosidad no depende de cuánto tenemos; no se trata de recursos, sino de abrir el corazón y salir de nuestra burbuja para bendecir a otros.

Desde la Cultura de Origen, la generosidad es parte del diseño inicial. En el Jardín, la vida fluía de Dios hacia la humanidad, y de la humanidad hacia el mundo. Todo era don, todo era abundancia, todo era TOV. La generosidad es volver a ese fluir original: recibir para compartir, no para retener.

Vivir generosamente no es simplemente una sugerencia bíblica, sino un modelo que encontramos a lo largo de toda la Escritura. Desde el Antiguo Testamento, vemos a Abraham dar hospitalidad y bendecir a otros (Génesis 18:1-8).

En el Nuevo Testamento, Jesús no solo nos enseñó a ser generosos con sus palabras, sino que vivió la generosidad en cada acción: sanaba a los enfermos, enseñaba a las multitudes, compartía su tiempo con quienes más lo necesitaban y, lo más grande, dio su vida por nosotros. Su ejemplo nos muestra que la generosidad no es solo un acto aislado, sino un estilo de vida que refleja el corazón de Dios.

Es por eso que debemos tomar la decisión intencional de detenernos en medio de las prisas del día, calmar nuestras listas de “qué hacer” y reflexionar sobre cómo no solo somos generosos cuando nos queda tiempo, sino cómo hacemos de la generosidad un estilo de vida.

Cuando hacemos de la generosidad un estilo de vida, volvemos a caminar en la abundancia del Reino: manos abiertas, corazón ligero, vida compartida.

Pregunta para hoy:

¿De qué manera puedo ser generoso hoy, no solo con dinero, sino también con mi tiempo, palabras y presencia?