CULTURA DE ORIGEN Devocional 21 díasMuestra

DÍA 19 — INCLUSIÓN: Puertas Abiertas

“Ustedes deben tratar al extranjero que reside con ustedes como a un natural de ustedes, y amarlo como a sí mismos, porque ustedes fueron extranjeros en la tierra de Egipto. Yo soy el Señor su Dios.” Levítico 19:34 (NBLA)

Dependiendo de la generación a la que pertenezcamos, creo que todos pensamos en cosas diferentes cuando escuchamos la palabra inclusión. A lo largo de la historia, han surgido distintos grupos que han protestado por causas sociales relacionadas en respecto a inclusión y representación. Pero la inclusión no se limita a temas controversiales; también nos muestra aquello que, como sociedad, tendemos a ignorar, marginar y aislar.

Parte de crecer en el Reino es hacer inventario de lo que pasamos por alto. Es fácil hacernos de la vista gorda porque a veces no tenemos todas las respuestas. La realidad es que no hay soluciones fáciles ni respuestas correctas para todos los temas de inclusión, pero eso no elimina el llamado de Dios a abrir las puertas, no a cerrarlas. Hay personas en nuestra sociedad que parecen invisibles, como aquellos con discapacidades físicas, mentales y más.

Como iglesia, debemos recordar que no somos los guardianes exclusivos de las puertas, sino que deberíamos ser los primeros en recibir con brazos abiertos a todos los que llegan, sin importar sexo, género, cultura o preferencias. Nuestro deber es amar, no juzgar automáticamente. La iglesia no es un club social exclusivo donde todos piensan igual; es un espacio donde cada persona puede experimentar el amor de Dios.

El recibir al extranjero o al que es diferente es un principio marcado fuertemente en el corazón de Dios.

La Biblia nos habla del concepto de ger, que se refiere al extranjero o forastero que vive entre el pueblo de Israel. Dios instruye a su pueblo a no oprimir al ger, sino a tratarlo con justicia, amor y cuidado. Este mandato no es solo una regla social, sino una ventana al corazón de Dios: Él valora a los que podrían sentirse invisibles o excluidos y desea que los recibamos con la misma gracia y respeto que a los propios miembros de nuestra comunidad.

Un ejemplo hermoso es la conversación de Jesus con la mujer samaritana (Juan 4:1-26). Si no entendemos el contexto, no percibimos lo revolucionario que era: ella no solo era mujer, sino samaritana, un grupo culturalmente rechazado por los judíos de la época. Jesús no estaba interesado en seguir las normas sociales de inclusión de su tiempo; más bien, las desafiaba y rompía, mostrando que todos pueden acercarse al Padre. Él no solo le habla; la dignifica, la escucha y la envía restaurada. Eso es inclusión desde el Reino.

Es por eso que Jesús debería ser nuestro modelo a seguir cuando nos enfrentamos a diferentes situaciones de inclusión. Debemos pensar dos veces antes de abrir las puertas rápidamente para ciertos grupos y cerrarlas con la misma rapidez para otros.

Volver a la Cultura de Origen es regresar a un Dios que siempre abre espacio en la mesa. Un Dios que nos invitó cuando nosotros éramos los forasteros. Ahora, cada uno de nosotros se convierte en un portador de esa misma hospitalidad sagrada.

Pregunta para hoy:

¿Hay alguien en mi entorno que se sienta como un “forastero” o excluido, y cómo puedo abrirle los brazos hoy para reflejar el corazón inclusivo de Dios?