¿Cómo Se ve La Bendición?Muestra

“Llamados a Ser Bendición”

Como pudimos ver, Dios no está interesado en la mentalidad de Mesopotamia ni en los modelos de Babel. Él no busca hombres y mujeres que construyan su propio reino, sino hijos e hijas transformados por Cristo, en quienes arde el fuego del Espíritu Santo. Él desea una comunidad viva, misional y misionera, donde su presencia fluya y forme una gran nación espiritual, porque tenemos un gran Dios y una gran comisión (Mateo 28:19-20).

Los de Mesopotamia dijeron: “Vamos a construir una ciudad” (Génesis 11:4), mientras que a Abraham Dios le dijo: “Haré de ti una gran nación” (Génesis 12:2). La diferencia es clara: unos confiaron en sus propias fuerzas, el otro confió en la promesa divina. Ellos querían levantar una torre que llegara hasta el cielo, intentando alcanzar lo eterno con recursos humanos. En cambio, nosotros creemos en el Dios que descendió del cielo, se hizo hombre y vino a buscarnos para darnos vida y esperanza.

Los hombres de Babel pretendían ascender por su propio esfuerzo, pero terminaron descendiendo en confusión. Nosotros, incapaces de salvarnos, fuimos levantados por Cristo de la muerte a la vida (Efesios 2:4-6). Él nos elevó por pura gracia y nos hizo partícipes de su gloria. ¡Qué contraste! No somos edificadores de torres, somos portadores de su bendición.

Los de Mesopotamia decían: “Hagámonos un nombre”, pero Dios le dijo a Abraham: “Haré famoso tu nombre” (Génesis 12:2). La diferencia es profunda. El mundo busca fama, reconocimiento y poder. Dios busca hijos que reflejen su gloria. Cuando los hombres hacen un nombre para sí, se vuelven celebridades; cuando Dios hace un nombre en nosotros, nos llama por nuestro verdadero nombre, el que sólo Él conoce (Apocalipsis 2:17).

La verdadera grandeza no está en ser reconocidos por multitudes, sino en ser reconocidos por Dios. Que Él diga de nosotros, como dijo de Job: “¿Has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él, hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?”(Job 1:8). Esa es la verdadera honra: que el Padre celestial nos mire y diga, “este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17).

Dios promete no sólo bendecirnos, sino hacernos bendición para las naciones. “Serás bendición... y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:2-3). En contraste, los hombres de Babel querían evitar ser esparcidos (Génesis 11:4), mientras Dios envía a los suyos a llenar la tierra de su gloria. Ellos querían retener; nosotros somos llamados a compartir. Ellos construyeron para su propia seguridad; nosotros edificamos para la misión.

La bendición no es acumular bienes, sino ser canales de gracia. Es dejar que Dios nos use donde Él quiere, como Él quiere y para quien Él quiere. Cada creyente es un instrumento vivo de bendición: en su hogar, en su trabajo, en su comunidad. Ser bendición es reflejar a Cristo en cada palabra y acción.

Por eso, hoy el Señor te pregunta: —¿Quieres que te muestre cómo se ve mi bendición en tu vida? No se trata de cuánto tenemos, sino de cuánto dejamos que Él fluya a través de nosotros.

La fe de Abraham fue obediencia y dependencia. No necesitó conocer el destino final, porque confió en Aquel que conoce el principio y el fin (Apocalipsis 22:13). Esa es la fe que agrada a Dios: caminar sin ver, pero creyendo que Él dirige el camino.

Dios te bendijo para que seas bendición. No fuiste escogido para construir torres humanas, sino para levantar vidas. No para buscar tu gloria, sino para reflejar la suya. No para huir del mundo, sino para ser luz en medio de él.

“Y haré de ti una gran nación, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición” (Génesis 12:2).

Ese sigue siendo el llamado eterno: dejar que Cristo, en nosotros, sea la verdadera torre que une el cielo y la tierra.

✍️Por Andrés Vargas y Equipo TopCristianos

En TopCristianos esperamos que este plan devocional haya sido de bendición para tu vida. Queremos recordarte que alrededor del mundo hay un grupo de personas orando por ti y por tu crecimiento espiritual, porque creemos firmemente que: ¡Eres una bendición!

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