¿Cómo Se ve La Bendición?Muestra

La Biblia nos presenta un profundo contraste entre dos formas de entender la bendición: la del hombre que busca definirla por sí mismo, y la del hombre que permite que sea Dios quien la defina. En Génesis 12:1-3 leemos:

“El Señor dijo a Abram: Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y ve a la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan y al que te maldiga maldeciré; y por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra.”

Aquí encontramos un cambio radical respecto a la historia de Babel en el capítulo anterior. Mientras en Génesis 11 el hombre buscó alcanzar el cielo con sus propias fuerzas, en Génesis 12 es Dios quien desciende a hablar, llamar y prometer. En Babel, los hombres se dijeron unos a otros: “Hagámonos un nombre”. En Ur, Dios le dice a Abraham: “Yo haré famoso tu nombre”. En Babel, los hombres quisieron levantar su propia torre; en Abraham, Dios mismo edifica una vida para Su gloria.

Abraham fue llamado a dejar una sociedad que se enorgullecía de su sabiduría, su fuerza y su autosuficiencia. Fue extraído de una mentalidad donde el éxito se medía por logros humanos. Dios lo invita a una transformación profunda: dejar de buscar una bendición en sus propias fuerzas, para convertirse él mismo en una bendición. Es decir, pasar de perseguir bendiciones a ser portador de ellas.

Esa es también la invitación de Dios para nosotros hoy. Él no solo quiere bendecirnos, sino hacernos una bendición para otros: para nuestra familia, nuestra ciudad, nuestra nación, y toda comunidad donde nos ha puesto. Pero para eso, como Abraham, debemos dejar atrás la mentalidad que dice: “yo sé lo que me conviene, yo puedo lograrlo”. Debemos permitir que sea Dios quien defina lo que es bueno, quien marque el rumbo, y quien provea los medios.

Por eso Pablo dice en Romanos 12:2:

“No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios: buena, agradable y perfecta".

La transformación espiritual implica también una renovación mental: pensar como Dios piensa. Significa dejar que Su voz defina nuestra identidad, propósito y dirección. Génesis 12 resalta precisamente eso: la importancia de oír la voz de Dios. En Babel, la gente se hablaba a sí misma; en Ur, Abraham escucha a Dios.

Y esa voz lo cambia todo. Dios no le revela detalles ni le muestra mapas; solo le da una palabra: “Sal". Sal de tu tierra, de tu seguridad, de tu entorno familiar, de todo lo que te define según el mundo. Esa palabra bastó para transformar completamente su destino.

Salir de la comunidad en aquel tiempo era como ser exiliado: significaba entrar al desierto, al riesgo y a la incertidumbre. Pero Abraham obedeció porque confió en la voz de Aquel que lo llamó.

Esa es la esencia de la verdadera bendición: no se trata de lo que podemos construir, sino de lo que Dios quiere formar en nosotros. La bendición no es alcanzar el cielo por nuestra torre, sino permitir que el cielo descienda sobre nuestra vida.

Cuando Dios encuentra un corazón dispuesto a oírle y obedecerle, no solo lo bendice… lo convierte en fuente de bendición para muchos.