GratitudMuestra

Cuando recibas un milagro, responde con gratitud

“Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias...”
— Lucas 17:15–16 .

“Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído”
— Juan 11:41.

La gratitud después del milagro revela más del corazón que el milagro mismo.
De diez leprosos sanados, solo uno volvió. Los demás recibieron la bendición, pero olvidaron al Dador. Jesús no reprendió su ingratitud por enojo, sino porque sabía que el milagro sin gratitud se convierte en historia; el milagro con gratitud se convierte en adoración.

Jesús también nos da el ejemplo: antes de que Lázaro saliera del sepulcro, Él ya estaba agradeciendo. Su oración no fue una súplica, sino una declaración de confianza: “Padre, gracias por haberme oído”. La gratitud fue su punto de partida, no su respuesta final.

Cuando recibas una respuesta, un favor o una sanidad, detente y vuelve como aquel leproso. Dobla tus rodillas, levanta tu voz, y glorifica a Dios. Porque cuando agradeces, reconoces que lo que tienes no vino del azar, sino de Su mano generosa.

La gratitud convierte cada testimonio en adoración. Y mientras el corazón agradecido adora, el cielo se abre una y otra vez sobre su vida.

Oración

Señor, gracias por los milagros visibles y por aquellos que obran en silencio. Perdóname si alguna vez recibí tu bendición y no regresé a darte gracias. Hoy quiero volver, postrarme ante Ti y reconocer que todo lo bueno en mi vida viene de Tu mano. Que nunca me falte gratitud, aun cuando las respuestas lleguen. En el nombre de Jesús, amén.