Sin Prisa pero sin PausaMuestra

Día 5: ¿Cuándo sí debemos correr?
Una especial noche en los campos de Belén, cuando a los pastores les fue anunciado el nacimiento del Mesías, «fueron de prisa». No dieron un paseo tranquilo; corrieron bajo las estrellas para postrarse ante el Niño Rey.
Se nos llama a caminar, no a correr… excepto cuando se trata de salvar a alguien en peligro inminente. Y existe otra gran excepción, una que enciende el alma.
Cuando Jesús miró hacia arriba y vio a Zaqueo —un hombre ahogado por las preocupaciones, atrapado en la búsqueda frenética de riquezas y placeres—, no le dijo: “Tómate tu tiempo, reflexiona y hablamos la próxima semana”. No. Su mandato fue un relámpago de gracia urgente: “Zaqueo, date prisa y baja, porque hoy tengo que quedarme en tu casa”.
Era como si dijera: “Deja atrás tu vida apresurada para encontrar la verdadera paz. Corre hacia Mi quietud”. Y Zaqueo no lo dudó. «Bajó a toda prisa», porque cuando la salvación llama a tu puerta, la respuesta correcta es correr.
He aquí la paradoja divina: El único camino donde la prisa es saludable es el que nos lleva más adentro.
Corre para dejar atrás tu antigua vida.
Corre hacia el corazón del Padre.
Corre hacia la cruz que redime.
Corre hacia el trono de la gracia.
Corre, no porque estés ansioso, sino porque has encontrado, por fin, un destino que vale la pena alcanzar a toda velocidad.
Es cierto, el apóstol Pablo habló de correr la carrera. Pero no imagines el "sprint" explosivo de cien metros planos, con su adrenalina fugaz y su colapso final. No. Él hablaba de la carrera de fondo: el ritmo constante, paciente y pausado del maratonista que preserva su aliento para los kilómetros largos, que conoce la fatiga, pero no se rinde, y que mantiene la mirada fija en una meta que vale una vida entera de pasos.
Dios no nos llama a un ritmo de explosión, sino a la perseverancia de la caminata. A la fidelidad del peregrino. No se trata de cómo inicias, sino de cómo terminas.
Oración guiada:
Señor del Tiempo y la Eternidad, que llamaste a Zaqueo a bajar aprisa y encendiste en los pastores el anhelo de correr hacia Ti, enséñame la sabiduría de la prisa sagrada.
Guía mis pasos para discernir cuándo debo caminar en paciencia y cuándo debo correr con santa urgencia. Que no tema apresurarme para responderte, para buscar Tu rostro o para tender la mano al necesitado.
Ayúdame a entender que esta carrera de fe no es un "sprint" de esfuerzo humano, sino un maratón de dependencia divina. Mantén mis ojos fijos en la meta, mi corazón anclado en tu gracia y mis pasos firmes en tu verdad. Que al final del camino, pueda decir como Pablo: "He acabado la carrera, he guardado la fe". Amén.
Preguntas de reflexión:
- La urgencia del Reino: ¿A qué "santa prisa" te está llamando Dios en este momento? ¿Hay alguna respuesta a su gracia, alguna reconciliación o algún paso de obediencia que estás postergando con excusas de "no es el momento"?
- Ritmo de maratón: Al examinar tu vida espiritual actual, ¿estás corriendo con la intensidad de un "sprint" (dependiendo de tu propia fuerza) o con la perseverancia de un maratonista (confiando en la fortaleza de Dios)? ¿Qué ajustes necesitas hacer para mantener el ritmo hasta el final?
Acerca de este Plan

Nuestros días están llenos de prisas, estrés y ansiedad. Mientras corremos de un lado a otro, tratando de cumplir con nuestras agendas y responsabilidades, Jesús nos invita a detenernos, y nos muestra un camino diferente. En este devocional, exploraremos cómo el ritmo de vida de Jesús puede ser un modelo para nosotros en medio de la prisa y el estrés de nuestra vida diaria.
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Nos gustaría agradecer a Stevens Díaz por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: linktr.ee/elremanenteic
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