Sin Prisa pero sin PausaMuestra

Día 3: El ritmo sereno de Jesús

Rara vez vemos a Jesús de prisa. Simplemente, no cayó en la trampa de la prisa.

Jesús nunca vivió apurado, a pesar de su misión crítica en la tierra. Su existencia fue un acto continuo de presencia deliberada.

Porque correr es la lengua materna de la ansiedad; caminar, el ritmo sagrado de la confianza.

No dejaba que nada ni nadie lo apresurara. No lo apresuraba la angustia de un padre o una emergencia médica, o el funeral de su mejor amigo.

Los milagros de Jesús se dieron a punta de interrupciones de su propia agenda; nunca se estresó porque se interponían en sus actividades programadas. Su agenda era la persona que tenía delante.

Jesús es el hombre que esperó 3 décadas en la quietud de un taller de carpintería para preparar su primer sermón, y cuando por fin comenzó, no se lanzó inmediatamente a las multitudes. Su primer acto ministerial fue apartarse 40 días en el desierto, sumergiéndose en el silencio antes de la palabra, en la escasez antes de la abundancia.

La vida no se mide por la velocidad, sino por la profundidad. Jesús no solo tenía un mensaje que predicar; tenía un ritmo que enseñar, y ese ritmo se llama paz, propósito y presencia plena.

Oración guiada:

Señor Jesús, maestro del tiempo y la eternidad, frente a tu serenidad que calmó tempestades, reconozco la tormenta interior que genera mi prisa. Tú que nunca corriste, pero siempre llegaste a tiempo, calma este corazón impaciente que confunde "urgencia" con "importancia".

Quiero aprender tu ritmo sagrado de presencia. Que mi valor no esté en lo rápido que cumplo tareas, sino en la profundidad con la que habito cada momento. Enséñame a recibir las interrupciones como citas divinas y a ver cada rostro como el único propósito del instante.

Ayúdame a creer, como tú, que los años de preparación en lo oculto y los días de silencio en el desierto no son tiempo perdido, sino cimientos de una obra duradera. Que tu paz, que supera todo entendimiento, guarde mi corazón y mis pensamientos en Ti. Amén.

Preguntas de reflexión:

1. Presencia vs. productividad: ¿En qué situación reciente te descubriste más preocupado por "terminar la tarea" que por "estar presente"? ¿Qué pequeña elección puedes hacer hoy para priorizar la presencia sobre la productividad?
2. Silencio como cimiento: ¿Qué área de tu vida necesita un "desierto" --un tiempo de aparente quietud o espera-- para prepararse adecuadamente, en lugar de lanzarte inmediatamente a la acción? ¿Estás dispuesto a aceptar que Dios puede estar trabajando más en lo profundo durante la espera que en lo visible durante la actividad?