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Piedad & Contentamiento

DÍA 4 DE 5

El Acompañante Ideal

La piedad necesita del acompañamiento permanente del contentamiento, ya que sin este, es muy difícil mantenerse en el camino del amor. Jesús siempre trabajó profundamente y desafió a las personas a tener una vida de contentamiento a pesar de las circunstancias adversas; de igual manera, enseñó a sus discípulos a desarrollar una vida interior equilibrada, llena de paz, gratitud y confianza. Jesús sabía que la piedad por sí sola no podría ser efectiva, sino que era necesario que fuera sostenida por su acompañante ideal: el contentamiento.

Hemos visto cómo la obra del Espíritu Santo desarrolla en nosotros una vida de piedad. Pero ahora, es necesario comprender que esta piedad —esa vida que busca la pureza, la devoción y la comunión con Dios— se fortalece y permanece firme solo cuando va de la mano con el contentamiento. No basta con vivir haciendo el bien o buscando ser espirituales; necesitamos aprender a estar satisfechos en Dios, aún cuando las circunstancias no sean favorables.

El Evangelio nos muestra una historia poderosa que refleja este principio: la de la mujer con flujo de sangre y Jairo, el principal de la sinagoga. Dos historias entrelazadas por la fe, la piedad y el contentamiento. "Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa; porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía" (SAN LUCAS 8:41-42 RVR1960).

Jairo se postra ante Jesús suplicando por su hija que agoniza. Su actitud de humildad y dependencia revela la piedad de su corazón. Él reconoce en Jesús la fuente de vida, pero mientras el Maestro se dirige a su casa, ocurre algo inesperado. Una mujer enferma por doce años se abre paso entre la multitud, impulsada por la desesperación y la fe. Había gastado todo lo que tenía buscando una solución humana, pero nada la había sanado. En el fondo de su alma, algo le decía que si tan solo tocaba el borde del manto de Jesús, sería sana.

Y así ocurrió. En el instante en que su mano rozó aquel manto, el poder divino fluyó, deteniendo su enfermedad. Jesús, percibiendo que virtud había salido de Él, preguntó: "Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?" SAN LUCAS 8:45 RVR1960. Los discípulos, confundidos, no comprendían cómo entre tanta gente alguien podía sobresalir. Pero Jesús sabía que no se trataba de un toque físico, sino de un toque espiritual.

La piedad de esta mujer se manifestó en el momento en que creyó, se humilló y buscó al Maestro. Pero fue en la voz de Jesús donde recibió el toque del contentamiento: "Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz" (SAN LUCAS 8:48 RVR1960). Con esas palabras, Jesús no solo sanó su cuerpo, sino su alma. Le devolvió la seguridad, la alegría, la plenitud. Su fe fue recompensada con contentamiento.

Mientras tanto, Jairo recibió una noticia devastadora: "Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro" (SAN LUCAS 8:49 RVR1960). Fue un golpe directo a su fe. Sus pensamientos comenzaron a nublarse con el dolor, el miedo y la desesperanza. Pero Jesús, mirando su corazón, le dijo: “No temas; cree solamente, y será salva” (SAN LUCAS 8:50 RVR1960). Allí, el Maestro volvió a dar el toque de contentamiento.

Jesús sabía que la fe de Jairo ya había despertado, pero necesitaba algo más: la serenidad de confiar, la paz de descansar, la convicción de esperar. La piedad abre la puerta, pero el contentamiento nos mantiene dentro de ella. La piedad nos acerca a Dios, pero el contentamiento nos enseña a permanecer en Él, aun cuando todo parezca perdido.

Ambos personajes fueron tocados por el poder de Jesús, pero también afirmados en su interior con la voz del contentamiento. Esa es la clave para una vida emocional sana: aprender a vivir en el equilibrio que da la confianza plena en Dios.

Porque no basta con ser piadosos cuando todo está bien; debemos aprender a estar contentos cuando la vida duele, cuando los procesos se alargan y cuando las respuestas tardan. El acompañante ideal de la piedad siempre será el contentamiento, porque juntos nos hacen vivir en plenitud, sin importar las circunstancias.

Pregunta para reflexionar

¿Estás caminando con el acompañante ideal —el contentamiento— o solo estás intentando vivir en piedad sin disfrutar de la paz de confiar plenamente en Dios?

Oración

Señor amado, enséñame a vivir en piedad verdadera, pero también en contentamiento genuino. Que mi corazón no se agite cuando las cosas no salgan como espero. Tócame con tu paz, afirma mi fe y dame serenidad para descansar en tu perfecta voluntad. Quiero aprender a confiar, a esperar y a disfrutar de tu presencia como mi mayor tesoro. En el nombre de Jesús, amén.

Acerca de este Plan

Piedad & Contentamiento

Piedad & Contentamiento te invita a descubrir la verdadera fuente de satisfacción interior. Aprenderás que el contentamiento no depende de las circunstancias, sino de una relación genuina con Dios que transforma las emociones y da propósito al alma. A través de principios de sabiduría ancestral, este plan te ayudará a desarrollar una vida emocional equilibrada, guiada por la piedad, la gratitud y la presencia divina que produce paz en medio de cualquier situación.

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Nos gustaría agradecer a Willington Ortiz por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: willingtonortiz.org