Piedad & ContentamientoMuestra

Ser... en lugar de hacer... de buenos
Cuando vivimos una vida de piedad y contentamiento, su autenticidad será evidente. La verdadera piedad no consiste en “hacer de buenos”, sino en ser buenos desde lo profundo del corazón. Hay una gran diferencia entre aparentar bondad y vivir en la naturaleza transformada del Espíritu. “Hacer de buenos” se puede convertir en un acto externo, mecánico, motivado por la aprobación de otros o por el deseo de aparentar espiritualidad; mientras que “ser buenos” es el reflejo natural de una vida interior que ha sido moldeada, redimida y renovada por la presencia del Espíritu Santo.
Para ser, necesitamos autenticidad. No se trata de cantidad de actos religiosos o de actividades ministeriales, sino de calidad de relación con Dios. El tiempo de calidad con Él nos transforma, nos sensibiliza y nos revela áreas que deben cambiar. Cuando tenemos una relación viva con el Espíritu Santo, comenzamos a reflejar su carácter sin esfuerzo, porque Él forma en nosotros la naturaleza de Cristo.
El mundo no necesita más personas que hagan cosas buenas solo por costumbre o conveniencia. Necesita personas que sean buenas, porque han aprendido a andar con Dios. La piedad sin fingimiento se manifiesta cuando nuestra vida interior está en armonía con nuestra conducta exterior. Esa coherencia solo es posible cuando el Espíritu Santo gobierna nuestras emociones, deseos y pensamientos.
Jesús fue el ejemplo más perfecto de “ser” antes que “hacer”. Todo lo que hizo —sanar, enseñar, liberar— fue consecuencia de su comunión íntima con el Padre. No actuaba para impresionar, sino para manifestar la voluntad divina. Lo mismo debe suceder en nosotros: lo que hacemos debe ser el resultado de lo que somos.
Pablo escribió: "Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley." (GÁLATAS 5:16-23 RVR1960).
El apóstol hace un contraste claro entre las obras de la carne y el fruto del Espíritu. Las obras son resultado del esfuerzo humano; el fruto, en cambio, es evidencia de una relación viva con el Espíritu. El fruto no se impone ni se finge; crece naturalmente cuando permanecemos conectados a la fuente correcta. Por eso, el llamado no es a producir fruto por nuestra fuerza, sino a permanecer en el Espíritu para que Él lo produzca en nosotros.
La piedad genuina se reconoce, no porque alguien diga “soy espiritual”, sino porque se nota en su forma de hablar, actuar y amar. Así como se nota con quién anda una persona, también se nota cuando alguien camina con Dios.
El proverbio popular lo resume bien: “Dime con quién andas y te diré quién eres".
Nuestra relación con el Espíritu Santo dejará marcas visibles: paz en medio del conflicto, mansedumbre frente a la provocación, dominio propio en la tentación y gozo en la prueba.
También es vital recordar que esta transformación se extiende a todas nuestras relaciones. Muchos padres están presentes físicamente, pero ausentes emocionalmente; dan tiempo, pero no calidad de tiempo. Lo mismo puede ocurrir con nuestra relación con Dios: estamos presentes en cuerpo, pero ausentes en corazón. Ser piadosos implica estar presentes de verdad, conectados desde el alma, atentos, sensibles y disponibles.
El Espíritu Santo no busca una lista de actividades, sino un corazón disponible. Él no necesita que “hagamos de buenos”, sino que le permitamos transformarnos para ser como Cristo. Cuando somos, todo lo demás fluye naturalmente: el servicio, la compasión, la generosidad y el amor.
Pregunta para reflexionar
¿Estoy viviendo desde la autenticidad del ser, dejando que el Espíritu Santo forme en mí el carácter de Cristo, o solo estoy “haciendo de bueno” para cumplir expectativas o mantener apariencias?
Oración
Espíritu Santo, hoy me rindo ante Ti. No quiero aparentar bondad, quiero ser transformado desde adentro. Enséñame a andar contigo cada día, a disfrutar tu presencia. Decido ser en lugar de hacer. Ayúdame a estar presente con mi corazón, a estar presente de verdad, conectado desde mi alma y espíritu, atento, sensible y disponible. Amén
Escrituras
Acerca de este Plan

Piedad & Contentamiento te invita a descubrir la verdadera fuente de satisfacción interior. Aprenderás que el contentamiento no depende de las circunstancias, sino de una relación genuina con Dios que transforma las emociones y da propósito al alma. A través de principios de sabiduría ancestral, este plan te ayudará a desarrollar una vida emocional equilibrada, guiada por la piedad, la gratitud y la presencia divina que produce paz en medio de cualquier situación.
More
Nos gustaría agradecer a Willington Ortiz por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: willingtonortiz.org









