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Amigos de Jesús
Dios nos creó como seres sociales, es decir, necesitamos la compañía de otros en nuestras vidas. De manera que es motivo de felicidad el tener amigos que nos complementen y con los que nos sintamos cómodos y en confianza. Para poder tener amigos es necesario que nosotros seamos amigos. Por eso la Escritura nos dice: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; y amigo hay más unido que un hermano” (Prov. 18:24).
No tienen que ser muchos, podemos tener una buena relación con muchas personas pero a la hora de seleccionar nuestros amigos debemos ser selectivos. Vamos abriendo las puertas de nuestro corazón poco a poco hasta que nos convencemos de que esa persona es muy afín a nosotros y podemos hallarle un lugar especial en nuestras vidas.
Si podemos contar nuestros amigos con los dedos de una mano, no hay problema, porque, si son buenos amigos, entonces somos dichosos de contar con su amistad. Jesús tuvo muchos seguidores pero no muchos amigos. La mayoría se acercaba a Él por los panes y los peces, como dijo en una ocasión. Pero hubo personas que entraron a un espacio más íntimo, como Lázaro y sus hermanas. Jesús sabía que podía contar con ellos.
Jesús fue intencional con aquellos a los que permitió estar en su círculo más íntimo. Sólo a unos pocos, a Pedro, a Jacobo y a Juan, les dio la experiencia de verle transformarse ante sus ojos, a estos mismos los llamó aparte para que fuesen testigos de la resurrección de una niña y fue a ellos a quienes les pidió que le acompañasen en sus horas de angustia en el Getsemaní.
Como hemos visto, los que hemos creído en Cristo podemos también contar con su amistad, Él es nuestro amigo. Él nos ofrece su consejo, su cuidado y su comprensión. Jesús es leal y fiel, nos acompaña continuamente y nunca estamos solos. Es paciente con nosotros y siempre está dispuesto a perdonarnos y a reanimarnos para que podamos salir adelante.
Dios llamó a Abraham y a Moisés sus amigos, imaginemos que honra más inmensa el poder ser llamados amigos de Dios. El creador del universo en amistad con su criatura. Si has creído en Cristo como tu Salvador siéntete dichoso de, no solo ser llamado hijo de Dios, sino también amigo de Dios. “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Jn. 15:15).
¡Qué bienaventuranza! ¡Qué dicha! ¡Somos amigos de Dios!
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Escrituras
Acerca de este Plan

Todos necesitamos buenos amigos en nuestras vidas. Cuando los tenemos somos bienaventurados. Pero, no hay mayor bienaventuranza que contar con la amistad del mejor y más grande amigo, Jesús de Nazaret. En este plan dejaremos que la Palabra nos enseñe acerca del privilegio con el cual los hijos de Dios hemos sido bendecidos, el que seamos llamados sus amigos.
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Nos gustaría agradecer a Grettchen Figueroa por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: facebook.com/GrettchenStage
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