Quiero estar sobrioMuestra

Trago 2

El dolor.
Este trago viene en dos versiones: dolor físico y dolor mental. No sé cuál embriaga más, realmente. Solo sé que ambos lo hacen… y ya. Por eso, hablaremos de las dos versiones de este trago.

Hoy comencemos con el dolor físico.
¿Cómo te sientes cuando tienes una molestia en el cuerpo? ¿Cuando te duele tanto que debes ir al médico? A mí, a veces, me desespera estar en emergencias o en consulta, y que me pregunten: “¿Cuánto te duele del 1 al 10?”. Yo creo que mi expresión debería ser suficiente.

Las enfermedades son difíciles. Nos limitan. Nos agotan. Todo escasea: además de la salud, el dinero, y en otros casos, hasta el trabajo.

Una vez me pregunté, cuando tenía como cuatro años (puede que más, puede que menos), si Jesús sintió dolor físico aquí en la tierra. Y la respuesta es sí.
Cuarenta días de ayuno, largos caminos a pie, la tortura y su forma de morir… todo eso fue dolor físico. Y pasó por todo eso para poder sanarte y entenderte.

Sé que cuesta cuidar la salud, y no solo hablo de dinero. A veces, cuando nos dejamos embriagar por el dolor, olvidamos que Jesús también lo sintió… y que Él puede sanarnos.

Vayamos al momento en que Jesús sintió el mayor dolor físico: la cruz.

Los romanos, además de torturar, colgaban a las personas en aquel madero. Seguramente, Jesús murió sintiendo cómo sus pulmones se comprimían, cómo el corazón se le quebraba por dentro. Seguramente murió asfixiado, antes incluso de poder procesar todo lo que ocurría.

(Puedes buscar cómo morían los condenados a la crucifixión).

Y en medio de todo ese tormento, Jesús clamó. Pronunció unas palabras que, cuando descubrí su significado —ya en mi adolescencia—, me arrugaron el corazón:
“Abba, Padre…”

(Te invito a buscar lo que significa “Abba Padre”. Estudia los evangelios. Estamos aquí para motivar el estudio bíblico. Cuando lo sepas… vuelve y relee este párrafo.)

Él clamó, murió y resucitó, para que tú también puedas decir lo mismo.
Tú también puedes decir: Abba, Padre.
Él te entiende.