Mientras Haya TiempoMuestra

Aprovecha bien el tiempo

El hombre mide el tiempo en días, meses y años; Dios lo mide en conocimiento de Su Hijo. El tiempo no se aprovecha por la cantidad de cosas que hacemos, sino por cuánto de Cristo conocemos mientras lo vivimos, cada hora sin comunión con Él es tiempo perdido, aunque haya estado llena de actividades. El apóstol Pablo nos llama a caminar como sabios, y la sabiduría no consiste en acumular logros, sino en discernir lo eterno en medio de lo temporal (Efesios‬ ‭5‬:‭15‬ ‭NTV‬‬).

El mundo vive apurado por cosas que pronto se desvanecerán: metas, éxitos, posesiones, emociones pasajeras, pero la Escritura nos recuerda que la vida es como una neblina, visible solo por un instante (Santiago 4:14 NTV), ahora bien, si todo se desvanece, ¿por qué gastar los días en lo que no tiene peso eterno, un valor real? El hombre que ha visto a Cristo entiende que el tiempo tiene un gran valor, porque cada segundo es una oportunidad para conocerle más, para ser transformado a Su semejanza.

Aprovechar bien el tiempo no significa hacer más, sino vivir desde Cristo, no es llenar el día de tareas, sino llenarlo de presencia, cuando Él ocupa el centro, todo lo demás encuentra su lugar, aquel que conoce a Cristo no desperdicia su tiempo, aunque el mundo lo juzgue improductivo, porque su vida está sembrada en la eternidad.

Mientras haya tiempo, deja de correr tras lo que muere, perece o se destruye, deja de medir tu vida por lo que consigues y mírala por lo que estás conociendo del Hijo, la eternidad no comienza cuando mueras; comenzó el día en que Cristo te halló, y cada decisión tomada desde esa verdad es una inversión eterna, la riqueza verdadera atesorada en el reino de los cielos.

Los días son malos, no porque Dios haya perdido el control, sino porque el corazón humano ha olvidado lo esencial, por eso el Espíritu nos llama a redimir el tiempo, a rescatar de la vanidad cada momento, cada pensamiento, cada respiro, y devolverlos a su origen, a Cristo. Aprovechar bien el tiempo es vivir con los ojos en lo eterno, recordando que todo lo visible pasará, pero el conocimiento de Cristo permanecerá para siempre, y cuando entiendes esto, ya no temes al paso de los años, ni al envejecimiento, ni a la muerte, porque sabes que la vida no se mide por su duración, sino por su comunión. Mientras haya tiempo… vive para conocerle, porque solo en Él el tiempo se convierte en eternidad.