El Orgullo Antes De La Caída: La Vida De SaúlMuestra

El orgulloso se jacta de sus posesiones, poder y talentos, mientras que el creyente se gloría en el Señor.
En una ocasión, mientras Saúl buscaba a David para matarlo, le reclamó a sus siervos que no le hubiesen dado razón de él, diciéndoles: «¿Les dará también el hijo de Isaí a todos ustedes campos y viñas? ¿Los hará a todos capitanes de miles y capitanes de cientos?» (1 S 22:7). Con esto, estaba haciendo alarde del poder que tenía para darles riqueza y autoridad, razón por la cual debían servirle a él y no a David.
Así los manipuló y les ordenó matar a 85 sacerdotes y a los habitantes de su ciudad, llamada Nob, por «supuestamente» haberlo traicionado al callar que habían visto a David. Al enterarse, David se lamentó y se indignó de la jactancia de Saúl, sus palabras quedaron plasmadas en el Salmo 52: «“Ese es el hombre que no quiso hacer de Dios su refugio, Sino que confió en la abundancia de sus riquezas Y se hizo fuerte en sus malos deseos”. Pero yo soy como olivo verde en la casa de Dios; En la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre» (Sal 52:7-8).
Mientras Saúl ejecutaba su maldad (presumiendo sus riquezas y poder) y sin ninguna señal de arrepentimiento, David ponía su confianza en el favor del Señor.
Es posible que seamos como Saúl y nos jactemos de nuestras posesiones, nuestro trabajo, de una posición de autoridad o de nuestros dones y talentos. El orgullo es tan engañoso que nos hace jactarnos de la autojusticia, haciéndonos creer que somos mejores que los inmorales incrédulos porque «tenemos una vida de aparente santidad».
Sin embargo, el creyente es cada vez más maduro en la medida en que su autojusticia mengua y crece el reconocimiento de su pecado, declarando como David: «Yo nací en iniquidad, Y en pecado me concibió mi madre» (Sal 51:5).
No tenemos nada de qué jactarnos porque somos de los viles y menospreciados que Dios escogió para mostrar su gloria (1 Co 1:28). Por eso, debemos hacer como dice Pablo: «Pero el que se gloría, que se gloríe en el Señor» (2 Co 10:17).
- Aprende: Define con tus palabras qué es gloriarse en el Señor.
- Vive: El orgullo hace que no veamos nuestro propio pecado. Por eso, anímate a preguntarle a alguien cercano si percibe jactancia en ti.
- Lidera: Reflexiona con otra hermana y juntas vayan al Señor en oración y súplica para averiguar si su jactancia está en el Señor o no.
Oración
Señor, examina mi corazón y hazme ver si me estoy jactando en mí misma. Perdóname por las veces que me he creído mejor que otros. Líbrame del orgullo y de la autojusticia, recuérdame que me has sacado de lo vil y menospreciado y lo único de lo que me puedo gloriar es de tu amor por mí. Amén.
Acerca de este Plan

Saúl empezó con todo el potencial… pero terminó perdiéndolo TODO. ¿La raíz? ¡El orgullo! Este devocional no es para mirar a Saúl y decir "¡Qué mal!, es para mirarnos al espejo y preguntar: "¿Hay algo de él en mí?". Identifiquemos juntas esos vestigios de orgullo que aún viven en nuestro corazón (sí, esos que a veces se camuflan de buenas intenciones) y descubrir cómo el Señor quiere transformarte de adentro hacia afuera. ¿Lista para dejar tu corona y rendirla ante el Rey de reyes?
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Nos gustaría agradecer a Reformadas por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.reformadas.com
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