El Orgullo Antes De La Caída: La Vida De SaúlMuestra

Estamos siendo orgullosas cuando nos preocupa más tener la aprobación de otros que la aprobación de Dios.

Cuando Saúl supo que Dios lo había rechazado por su desobediencia «respondió: “He pecado, pero te ruego que me honres ahora delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel y que regreses conmigo para que yo adore al Señor tu Dios”» (1 S 15:30).

Sin lágrimas, sin mostrar un verdadero arrepentimiento, reconoció que había pecado y procedió a pedir que fuese honrado delante del pueblo. Claramente, le preocupaba más la aprobación de los israelitas que la de Dios.

En cuanto a ti, cuando pecas, ¿te inquieta más que Dios te desapruebe o que pierdas la aprobación de las personas? A veces no nos entristece haber ofendido a Dios, sino fallarle a la gente, nos da dolor haber atentado en contra de nuestra reputación y lloramos más nuestra apariencia rota delante de otros que nuestra falta de santidad ante el Dios santo.

Por nuestro orgullo, buscamos el reconocimiento, nos disgusta el anonimato y necesitamos las adulaciones de las personas, lo que nos lleva a vivir por las apariencias. Entonces, al actuar solo pensamos en cómo agradar a quienes nos ven e ignoramos cómo nos ve Dios. Pero todos esos esfuerzos son inútiles porque «Dios no ve como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón”» (1 S 16:7).

Cuando llegue el día del juicio final, el Señor juzgará las intenciones de nuestro corazón y aquellas personas que buscábamos agradar se verán pequeñas delante de su grandeza, tanto que nos arrepentiremos de haber vivido para agradarles a ellos y no a Dios.

Será terrible para nuestra alma no recibir la aprobación de Dios en el día final. Por eso, ocupémonos en madurar nuestro carácter, crecer en santidad y tener un corazón que valore más la aprobación de Dios que la de los hombres.

• Aprende: ¿Por qué es más importante la aprobación de Dios que la de los hombres?
• Vive: Si buscas constantemente el reconocimiento por tu trabajo, identifica qué buenas obras puedes realizar en el anonimato y cultiva un corazón que busque agradar a Dios.
• Lidera: Medita con otras hermanas si su trabajo y servicio están motivados por el orgullo y la aprobación de otros o por la gloria de Dios.

Oración
Señor, perdóname por las veces que me he lamentado más por fallarle a las personas que a ti. Confieso que me preocupo más por recibir elogios de parte de otros que por recibir aprobación de parte tuya. Te ruego que cambies mis afectos y me permitas deleitarme más en agradarte a ti y en adorar tu nombre. Recuérdame que solo vale la pena agradarte a ti. Amén.