La autoridad y el poder de la Biblia (Segunda parte)

La lectura de hoy es una continuación de la Sección 2 del Pacto de Lausana: La autoridad y el poder de la Biblia. Lea aquí.

Afirmamos también el poder de la palabra de Dios para cumplir su propósito de salvación.

El poder de la Biblia

Nuestras palabras humanas a menudo pueden ser débiles, fácilmente olvidadas y tener poco efecto real. Pero cuando Dios habla, actúa. Su Palabra siempre cumple el propósito de él (Isaías 55:11). Es poderosa. Fue solo por su Palabra que Dios creó la creación (Génesis 1:3; Salmo 33:6, 9).

Lo que es cierto para la creación es igualmente cierto para la salvación. El evangelio mismo es «poder de Dios para la salvación de todos los que creen» (Romanos 1:16). No podemos salvarnos a nosotros mismos por nuestra propia sabiduría. En cambio, agrada a Dios «salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen» (1 Corintios 1:21). Esto significa que la verdadera transformación espiritual no proviene de la habilidad humana, sino de la poderosa Palabra de Dios en acción.

Esto no significa que debamos separar el poder de la Palabra de Dios del poder del Espíritu de Dios. El Espíritu Santo usa la Palabra, hablando y actuando a través de ella (1 Corintios 2:1-5; 1 Tesalonicenses 1:5). La Escritura misma usa ricas metáforas para representar el poder de la Palabra en la mano del Espíritu: la Palabra es como «fuego» y «martillo» que puede quebrantar hasta el corazón más duro (Jeremías 23:29), como «espada» que corta hasta los pensamientos e intenciones más profundos (Efesios 6:17; Hebreos 4:12), y como «semilla» que da nueva vida cuando se planta en corazones receptivos (1 Pedro 1:23; Santiago 1:21).

Quienes predicamos, enseñamos o compartimos el evangelio personalmente debemos sentirnos animados a seguir usando la Escritura con fidelidad y humildad.

Reflexión:

¿Confía en que la Palabra de Dios cumplirá sus propósitos a través de usted, incluso cuando sus propias palabras parezcan débiles?

Oración:

Señor, usa tu poderosa Palabra a través de mí. Que vivifique, convenza corazones y glorifique tu nombre.