Pasos para transformar tu vidaMuestra

Únete a la hermandad de la mano seca

La historia del hombre de la mano seca es una de las más poderosas del evangelio. Este hombre llevaba tiempo escondiendo su debilidad, quizá avergonzado de no poder trabajar, de no ser suficiente, de no estar completo. Tal vez había orado muchas veces por sanidad, sin ver respuesta. Seguramente ya se había resignado a vivir con la mano escondida en su túnica, tratando de que nadie notara su limitación. Pero Jesús lo vio, lo llamó y lo expuso públicamente: “Levántate y ponte delante de todos”.

Qué difícil debió ser ese momento. Todos miraban fijamente aquello que él menos quería mostrar. Sin embargo, fue precisamente allí, en el lugar de su vergüenza, donde Jesús obró un milagro. La sanidad no vino mientras él se escondía, sino cuando obedeció y extendió su mano.

Este pasaje nos recuerda que lo que queremos ocultar suele ser el lugar donde Dios quiere manifestar su gracia. La iglesia, entonces, no está llamada a ser un lugar de apariencias perfectas, sino una hermandad de la mano seca, una comunidad donde las debilidades se confiesan y, en vez de condena, encontramos aceptación y poder renovador.

Lo irónico es que muchas veces en la vida cristiana pensamos que madurar espiritualmente significa dejar de mostrar debilidad. Pero la verdadera madurez consiste en reconocer, con humildad, que seguimos necesitando de la gracia de Dios y de la compañía de los hermanos. El primer paso hacia la sanidad no es ocultar, sino exponer.

¿Dónde está tu mano seca? Tal vez es una herida que nunca sanó, un hábito que no puedes vencer, un miedo que te paraliza o una vergüenza que te persigue. Hoy Jesús también te invita: “Levántate y ponte delante de todos”. No para humillarte, sino para sanarte.

Cuando confesamos nuestra impotencia, la vergüenza pierde poder y la gracia comienza a actuar. La hermandad de la mano seca es ese lugar donde el dolor compartido se convierte en fuente de esperanza, donde lo que pensábamos que nos descalificaba se transforma en testimonio de fe.

No temas mostrar tu mano seca. Ese puede ser el comienzo de un milagro.

Oración:

Señor, gracias porque me ves incluso en lo que quiero esconder. Ayúdame a levantarme, a mostrar mis debilidades y a confiar en que allí manifestarás tu poder. ¡Amén!

Este contenido ha sido extraído del libro «Pasos» por Jo hn Ortberg, publicad o por Editorial Unilit.

Puedes consultarlo en el siguiente enlace.