Salmo 91: Protección Sobrenatural En Tiempos De AnsiedadMuestra

PROTECCIÓN MÁS ALLÁ DE LO VISIBLE

Vivimos tiempos en que, más allá de ser incluso conscientes de ello, estamos inmersos en una teología de la prosperidad que distorsiona el evangelio y las promesas de Dios para nuestras vidas. Creemos que, porque no estamos promoviendo tele-recaudadores evangélicos, ya estamos libres de esta pésima forma de entender la vida cristiana, pero no es cierto. Caemos en una peligrosa teología de la prosperidad cada vez que:

• pensamos que Dios nos debe algo, especialmente en la dificultad,
• que sus promesas de protección significan la invalidación del aviso de Jesús sobre que en el mundo tendríamos aflicción,
• reducimos la bendición de Dios a cosas materiales, éxito o comodidad,
• medimos la fidelidad de Dios por la ausencia de problemas en nuestra vida,
• creemos que la enfermedad o el sufrimiento son siempre señal de falta de fe,
• usamos las promesas bíblicas desde una comprensión superficial y casi como “amuleto”, en lugar de como expresión de confianza en el carácter de Dios,
• pensamos más sobre lo que Dios puede darme aquí y ahora, que sobre quién es Él y lo que ya nos ha dado en Cristo, a quien tenemos como modelo de experimentar quebranto,
• olvidamos que el sufrimiento y la cruz son el camino de la vida cristiana, no un obstáculo a evitar con la Biblia en la mano,
• pensamos que Dios está más comprometido con nuestra felicidad inmediata que con nuestro crecimiento espiritual,
• o vemos el evangelio como una fórmula para “mejorar mi vida”, pero no como el llamado a negarme a mí mismo, tomar la cruz, y seguir a Cristo.

Este Salmo 91 es fuente increíble de consuelo para nosotros, pero puede ser tremendamente mal entendido desde una teología de la prosperidad. Las muchas promesas que en pocas líneas condensa son el estímulo a que nuestra fe siga adelante, pero siempre recordando que la plenitud de esa promesa está en Cristo y la eternidad, no en la eliminación de toda dificultad aquí.

Nos regocijamos en la cobertura de sus plumas y sus alas. En el refugio que es Él como escudo, veremos cómo, sobrenaturalmente, nuestro temor ya no nos gobierna, porque Él está con nosotros, y quizá, como Esteban, hasta en medio de la adversidad más oscura podremos ver el cielo abierto delante de nosotros.

No sabemos en qué términos exactos se producirá su socorro, aunque siempre serán sobrenaturales, y veremos Su protección sin duda. Sus promesas son seguras, y nos agarramos a ellas en la angustia, aunque vengan en un formato inesperado.