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Día 1: Revestidos de Determinación

La vida cristiana es un camino que requiere firmeza, constancia y decisión. Vivimos en un mundo lleno de distracciones, opciones y mensajes que intentan desviarnos del propósito de Dios. Por eso, revestirnos de determinación es fundamental para permanecer en la senda correcta. La determinación no es terquedad ni orgullo; es una convicción firme de quiénes somos en Cristo y hacia dónde nos dirigimos.

Cuando enfrentamos pruebas, el desánimo golpea fuerte. Muchas veces queremos retroceder, bajar los brazos o conformarnos con menos de lo que Dios tiene para nosotros. Sin embargo, la determinación nos impulsa a recordar que no caminamos solos, sino que contamos con la fortaleza del Espíritu Santo. El apóstol Pablo, en Filipenses 3, declara que su meta era seguir adelante, dejando atrás lo que quedaba en el pasado y extendiéndose hacia lo que está por delante. Esa imagen nos muestra que la determinación es también un acto de fe: confiar en que Dios nos dará lo necesario para perseverar.

Además, la determinación no se sostiene solo con esfuerzo humano. Nace de la convicción de que nuestra vida está escondida en Cristo y que Él es quien nos da poder para continuar. Cuando nos revestimos de determinación, aprendemos a decir “sí” a lo que edifica y “no” a lo que desvía. Se trata de alinear nuestras decisiones cotidianas con la voluntad de Dios, aunque eso implique sacrificio.

Cada día es una oportunidad de reafirmar nuestra determinación. Al levantarnos, podemos declarar: “Hoy elijo seguir a Cristo, aunque no entienda todo, aunque enfrente oposición, aunque mis fuerzas se sientan limitadas”. Esa declaración diaria nos prepara para caminar con firmeza.

Aplicación práctica: Identifica un área de tu vida donde hayas perdido determinación. Ora y pídele al Señor que te renueve en convicción y te recuerde cuál es la meta que Él ha puesto delante de ti.