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Día 4: Revestidos de Alegría

La alegría es un don que no depende de las circunstancias, sino de la presencia de Dios en nuestra vida. A diferencia de la felicidad, que suele estar atada a lo que nos pasa, la alegría verdadera se sostiene aun en medio de la adversidad. Revestirnos de alegría es vivir conscientes de que el gozo del Señor es nuestra fortaleza.

Muchos buscan la alegría en logros, en posesiones o en relaciones. Pero esas fuentes se agotan rápidamente. El gozo que proviene de Dios, en cambio, es duradero y profundo, porque nace de la seguridad de que somos amados y sostenidos por Él. Pablo, escribiendo desde la cárcel, podía exhortar a los filipenses a regocijarse siempre. Su alegría no estaba condicionada por la libertad externa, sino por la libertad interna que Cristo le daba.

La alegría es también un testimonio poderoso. Un corazón gozoso en medio de la dificultad muestra al mundo que nuestra confianza está en algo más grande que las circunstancias. Cuando enfrentamos la vida con gratitud y esperanza, inspiramos a otros a buscar la fuente de nuestro gozo.

Revestirnos de alegría no significa negar el dolor ni ignorar la tristeza. Significa que, aun en medio de esas emociones, elegimos confiar en Dios y permitir que su Espíritu nos llene de esperanza. Esa elección diaria nos libera del desánimo y nos da fuerzas renovadas para seguir.

Aplicación práctica: Haz una lista de tres cosas por las que puedas agradecer hoy. Luego, comparte tu gratitud con alguien para contagiar el gozo que Dios te da.