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Día 6: Revestidos del Espíritu

Vivir la vida cristiana sin el Espíritu es como intentar encender una lámpara desconectada: hay forma, pero no hay luz. “Revestirse del Espíritu” no es una metáfora estética; es una postura diaria de rendición y expectativa por la presencia que transforma el carácter y empodera la misión. En la Biblia, los discípulos fueron instruidos a esperar la promesa antes de salir: la obra de Dios se hace con el poder de Dios o no es la obra de Dios. El mismo Jesús prometió “ser revestidos de poder desde lo alto” y, a partir de entonces, hombres y mujeres comunes dieron un testimonio extraordinario.

La llenura del Espíritu no compite con la responsabilidad; la potencia del Espíritu sostiene la obediencia del discípulo. Su obra tiene dos caras inseparables: fruto y poder. El fruto (amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio) es el aroma de Cristo en lo cotidiano; los dones y el poder son la habilitación para servir más allá de nuestras fuerzas. Sin fruto, los dones se desordenan; sin dones, el fruto se repliega. El Espíritu integra ambos en una vida disponible.

Para dar espacio al Espíritu necesitamos vasijas vacías: lugares reales de disponibilidad. Eso implica quitar “ocupas” del corazón: pasividad, autocontrol obsesivo, agendas saturadas, pecados no confesados, comparaciones que apagan el fuego. La imagen del altar en Israel es elocuente: el fuego no debía apagarse; cada mañana había que poner leña. Las disciplinas de gracia —Palabra, oración, obediencia inmediata, comunidad, servicio— son esa leña cotidiana. No fabrican el fuego, pero crean el contexto donde el Espíritu arde.

Ser revestidos del Espíritu también nos vuelve sensibles y audaces: sensibles para seguir su guía en lo pequeño (una llamada, una oración, una palabra a tiempo); audaces para dar pasos que, sin Él, no daríamos. La alternativa suele ser un péndulo dañino: activismo sin unción o mística sin misión. El Espíritu evita ambos extremos: nos forma por dentro y nos envía hacia fuera. Hoy, decidí abrir espacio, pedir con fe y caminar obedeciendo la primera luz que Él encienda. Donde el Espíritu llena, Cristo brilla y otros son alcanzados.

Aplicación práctica: Quita una distracción concreta para hacer espacio (una hora menos de pantalla/semana). Añade “leña” diaria: 10 minutos de Palabra + 10 de oración + un acto de servicio específico por siete días.

Este plan devocional es parte de la serie de enseñanzas “Revestidos” por Mayra Djimondian disponible en RightNow Media. Consigue más información aquí.