Líderes ImperfectosMuestra

DÍA 1 – MOISÉS

Este plan trata de hablar de algo incómodo, pero real: los errores no forzados en el liderazgo. Esos momentos donde no estábamos bajo una crisis imposible ni enfrentábamos una presión insoportable… y aun así nos equivocamos. Tomamos decisiones que nos pasaron factura. Porque ser líder no es ser perfecto, y la Biblia nos muestra líderes tremendos… pero también imperfectos.

Moisés es uno de esos casos. Dios lo había preparado para liberar a Israel, pero antes de eso lo vemos metiendo la pata. En Éxodo 2, su impulso lo llevó a matar a un egipcio. No fue un acto de justicia divina, fue un arrebato humano. Ese mismo carácter impulsivo volvió a aparecer años después, cuando en vez de hablarle a la roca como Dios le ordenó, la golpeó con enojo. El resultado: Moisés no pudo entrar en la tierra prometida.

Hey líder, ¿no te pasa que a veces esa misma impulsividad aparece en tu ministerio? Quizás no enterraste a nadie, pero tal vez reaccionaste mal con tus chicos, con tu equipo, o con tu pastor. Un mensaje que contestaste enojado, una palabra que dijiste sin pensar, una decisión tomada más desde la emoción que desde la dirección de Dios.

Lo fuerte de esto es que Moisés seguía siendo el hombre escogido por Dios. Su error no lo descalificó de su llamado. Dios lo siguió usando, y la Biblia lo sigue presentando como un referente de fe. Pero esos “errores no forzados” le costaron caro.

La enseñanza es clara: Dios nos llamó, y aunque somos imperfectos, sigue apostando por nosotros. Pero si no trabajamos en nuestro carácter, si no dejamos que el Espíritu Santo gobierne nuestras reacciones, podemos terminar pagando un precio innecesario. El liderazgo no se trata solo de dones o pasión; se trata de carácter forjado en lo secreto.

Hoy, mira a Moisés y reconoce esas áreas donde eres impulsivo. Pídele a Dios que te dé dominio propio, y deja que su gracia te transforme. Porque el plan de Dios para tu vida no se frena en tus errores, pero sí puede verse limitado si no aprendes de ellos.

Oración

Señor, gracias porque me recuerdas que tu llamado no depende de mi perfección, sino de tu gracia. Te entrego mis reacciones, mis emociones y mi carácter. Dame dominio propio para liderar con amor, paciencia y sabiduría. En el nombre de Jesús, amén.

Sigamos aprendiendo juntos. ¡Te veo mañana en el Día 2!