Las 7 raíces de la iraMuestra

Raíz 5 — Mentiras y ocultamientos

¿Alguna vez se ha enojado al enterarse de que alguien hablaba mal de usted? Tal vez se trataba de un rumor que atacaba su integridad o empañaba su buen nombre. ¿Cómo se sintió? ¿Cuánta energía y tiempo invirtió en enfurecerse por algo que, quizás, ni siquiera era cierto? Y si lo era, ¿Cuánto desperdició quejándose del comentario en lugar de enfrentar la verdad y permitir que Dios obrara en su vida para transformarla conforme a su voluntad?

Escuché una vez sobre un hombre que fue acusado de tratar mal a varios empleados en el club de campo donde era miembro. Como parte de la junta directiva, solía imponer su voluntad, asegurándose de que ciertos trabajos se hicieran simplemente porque él lo consideraba necesario. Su enfoque era inflexible: las cosas debían hacerse a su manera, o no hacerse en absoluto.

Cuando su comportamiento intimidante se hizo público y los resultados fueron calculados en términos del dinero desperdiciado, se le pidió que renunciara. La junta tenía la intención de tratar el asunto de forma confidencial, con la esperanza de proteger las relaciones personales de los miembros de la junta con este hombre y su familia.

Pero su esposa, creyendo que había sido tratado de una manera injusta, se alzó en su defensa. En poco tiempo, todos los miembros del club estuvieron al tanto de lo que había sucedido. Se formaron dos bandos sobre quién tenía razón y quién estaba equivocado. La esposa describió abiertamente y en detalle todas las formas en que pensaba que su esposo había sido agraviado.

Por la ira que había en ambos, el hombre y su esposa decidieron vender su membresía en el club. Su partida apresurada y escandalosa significó que sus hijos ya no serían incluidos en las actividades de los otros jóvenes que se habían convertido en sus amigos. También implicó que la pareja ya no tendría contacto con sus amigos. No hace falta decir que dejaron muchos sentimientos heridos a su paso.

Esto ocurrió en una ciudad pequeña. Como tal, muchos de los amigos de ellos en el club también eran sus amigos en la iglesia. Sintiendo que ya no podían asociarse con el club ni con sus miembros, la pareja desarraigó a su familia y dejó la única iglesia a la que sus hijos habían asistido. Y cuando este hombre intentó unirse a otro club, su solicitud fue rechazada después de que se conocieron las razones detrás de su partida del club anterior. El comportamiento arraigado en la ira llevó a esta familia a un marcado descenso.

En los meses que siguieron, la esposa, que había apoyado a su esposo en la negación y la ira, se vio obligada a enfrentar la verdad sobre los problemas de control e ira de su esposo. Las mismas cosas que había creído que no podían ser verdad eran ciertas y los comportamientos que alguna vez consideró impensables estaban presentes y eran dominantes. Cuando por fin la verdad salió a la luz, esta mujer y sus hijos quedaron emocionalmente devastados y sin el apoyo de sus amigos más cercanos.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

La ira basada en rumores, verdades a medias o mentiras puede llevarnos por un largo y oscuro camino de malestar, frustración e infelicidad. Enfrentar la verdad puede ser doloroso, pero recuerde siempre que la alternativa puede ser mucho peor.