Distraídos

Noemí se distrajo con lo que el mundo ofrecía. Se fue a un lugar donde Dios no era lo más importante, ni lo primero, ni siquiera el único Dios. Vivió en una tierra donde se adoraban otros dioses, donde la distracción parecía ser lo mejor.

Hoy, en el mundo en que vivimos, dejamos que muchas cosas ocupen el lugar de Dios. Nos distraemos con la tecnología, los afanes y tantas actividades, que a veces olvidamos a Aquel que debe tener el primer lugar en nuestras vidas. Olvidamos que confiar en Dios y obedecerle nos da todo lo bueno, lo agradable y lo perfecto.

Regresar a Él es el camino correcto para una nueva vida, para sanar, para ser redimidos y salvados.

Jesús murió por ti y por mí. Él nos redimió, pagó nuestra deuda, recibió el castigo que merecíamos y limpió nuestras vidas de todo pecado. Cargó con todo ello para darnos vida eterna y presentarnos justificados delante del Padre. Él está abriendo camino para ti. No te distraigas con los afanes de este mundo.

No permitas que nada ni nadie ocupe el lugar que solo le pertenece a Dios. La distracción trae satisfacción momentánea, pero más adelante genera amargura, tristeza, dolor y temor.

No te dejes engañar. Esfuérzate y sé valiente.

Crece cada día tomando la mano de tu Padre.

No te sueltes, por mucho que brille el “otro lugar”.

No te distraigas. El enemigo anda buscando a quién devorar.

No estás solo: Dios está contigo siempre.

Y cerca de ti, siempre hay alguien leal y confiable con quien puedes contar para dejar atrás la amargura, la tristeza, el dolor y el temor.

¡Abre tu corazón!

Pensando en...

Todo de ti procede. Todo lo sabes y conoces. En todo lugar estás presente.

Tú eres mi Dios omnipotente, Dios vivo y verdadero. Padre eterno, sacrificio vivo, Dios de alabanza y adoración.

Por todo te doy gracias, en todo ruego y oración. Un sacrificio de entrega total, viviendo una vida nueva, no por obligación…todo por amor.

Oración.

Papá,

Estoy tan agradecido por todo lo que haces por mí. Hoy quiero tomar tu mano y no soltarme nunca más. Eres lo más importante que tengo, y no quiero perderte por ninguna distracción.

Te amo, Papá.

Gracias por recordarme cuánto me amas y todo lo que haces —y seguirás haciendo— a mi favor. Gracias por invitarme a escribir lo que siento, porque en ello encuentro sanidad y bendición.

En el nombre de Jesús, amén.