Firmes en La Prueba: El Camino Hacia La VidaMuestra

El proceso oculto del pecado

“Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido” (Santiago 1:14 RVR1960).

El pecado no entra por la fuerza; seduce desde dentro.

Aquí Santiago expone la anatomía espiritual de la tentación: nace de nuestras propias “concupiscencias”, es decir, deseos desordenados y pasiones propias fuera de la voluntad de Dios. No podemos culpar al diablo, ni siquiera al mundo, por completo. Hay un terreno fértil dentro de nosotros.

La imagen es la de una trampa de caza: el deseo nos atrae y seduce, y luego nos atrapa. Así como Eva fue seducida al ver que el fruto “era codiciable” (Génesis 3:6), nosotros también podemos caer no por imposición externa, sino por dejar crecer deseos no gobernados por el Espíritu.

El llamado no es a reprimir deseos legítimos, sino a redirigirlos al Señorío de Cristo. El dominio propio, fruto del Espíritu (Gálatas 5:23), nos capacita para no dejarnos arrastrar. La batalla comienza en el corazón.

¿Estoy alimentando deseos que me alejan de Dios o cultivando una pasión ordenada bajo su voluntad?