Misericordia

La misericordia de Dios es una de las manifestaciones más hermosas de Su carácter. No es un atributo que se agota ni se condiciona a nuestro desempeño. Al contrario, es un torrente constante que fluye desde Su corazón hacia nosotros, aun cuando menos lo merecemos.

Vivimos en un mundo donde el fallo humano es inevitable: tropezamos, erramos, nos alejamos. Pero es justamente en esos momentos cuando la misericordia divina se hace más evidente. Dios no nos mira con desprecio ni con deseos de condenación, sino con compasión, como un Padre que anhela restaurar y sanar a Sus hijos.

La Escritura nos enseña:

“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad” (Lamentaciones 3:22-23 RVR1960).

Cada amanecer es una nueva oportunidad para comenzar de nuevo bajo el amparo de Su misericordia. Y es importante recordar que no solo somos receptores de esta gracia, sino también llamados a ser portadores de misericordia hacia los demás y ser capaces de ver desde el amor y el perdón cuando otros nos fallan.

En la palabra, Jesús nos enseña:

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7 RVR1960).

Al comprender la profundidad de la misericordia de Dios, nuestro corazón se hace sensible. Dejamos de vivir desde la dureza del juicio y comenzamos a caminar desde la ternura y la compasión, sabiendo que por encima de los errores y faltas de cada persona, hay una misericordia divina extendida para restaurar y liberar a quienes se sienten atados por la culpa. Así reflejamos el carácter de Aquel que nos amó primero.

El salmista dijo:

“Bueno y recto es Jehová; por tanto, él enseñará a los pecadores el camino” (Salmo 25:8 RVR1960).

No se trata de que Dios pase por alto la justicia, sino de que, a través de Su misericordia, nos enseña, nos corrige y nos restaura con amor.

Reflexiona:

1. ¿De qué manera he experimentado la misericordia de Dios en mi vida personal?
2. ¿Hay alguien en mi entorno a quien necesite extenderle la misma misericordia que yo he recibido de Dios?
3. ¿Cómo puedo cultivar un corazón más compasivo y menos crítico en mi día a día?