Lo Que Nos Dio Su Amor

Cuando ya habíamos sido condenados por el pecado y parecía que todo estaba perdido para nosotros, sin esperanza de reconciliación ni de una vida plena en el Señor, justo en ese momento Dios puso en marcha su plan de salvación a nuestro favor. Todo ello, para que fuéramos rescatados y restaurados a comunión con Él.

“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo” (Efesios 2:4-5 RVR1960).

Fue el amor de Dios el que nos devolvió la vida por medio del sacrificio de Cristo en la cruz. Pero no solo eso: gracias a su sangre derramada en nuestro lugar, hoy podemos tener acceso al Padre y ser llamados hijos de Dios.

“Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12 RVR1960).

Ese sacrificio nos hace justos, aun cuando hemos sido injustos; nos otorga perdón y borra nuestras rebeliones. Nuestra única tarea es rendir nuestro corazón a Él.

“Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9 RVR1960).

Ahora tenemos acceso a la paz que proviene del Padre. No somos dominados por la ansiedad, porque nuestra confianza está puesta en Aquel que todo lo puede, y sabemos que Él cuida de nosotros.

“Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7 RVR1960).

“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7 RVR1960).

Podemos descansar bajo su protección. No importa cuán amenazante sea nuestro entorno: sabemos que tenemos un Protector que vela por nosotros en toda circunstancia.

“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente” (Salmo 91:1 RVR1960).

“Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu alma” (Salmo 121:7 RVR1960).

Él guía nuestros pasos. No andamos sin dirección por el mundo; sabemos que Él ha enviado al Espíritu Santo para guiarnos dondequiera que vayamos y evitar que tropecemos ante los obstáculos que el mundo pone en nuestro camino.

“Cuando venga el Espíritu de verdad, Él os guiará a toda la verdad” (Juan 16:13 RVR1960).

“Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:6 RVR1960).

Somos libres en Él. Ya no somos esclavos del pecado ni del mundo. El amor del Padre nos purifica por medio de la sangre de Cristo, y nuestra impureza es removida cuando nos rendimos y somos sumergidos en esa sangre redentora.

“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36 RVR1960).

“La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7 RVR1960).

El amor de Dios nos hace nuevas criaturas y nos concede acceso a la promesa de vida eterna, anhelo profundo de su corazón para su creación. Solo tienes que aceptarlo y rendirte a Él, porque todo lo demás ya ha sido hecho.

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17 RVR1960).

“Y esta es la promesa que Él nos hizo: la vida eterna” (1 Juan 2:25 RVR1960).

Reflexiona:

1. ¿Estoy viviendo cada día como alguien que ha sido restaurado y hecho hijo de Dios, o sigo aferrado a la culpa, el temor o las ataduras del pasado?
2. ¿Qué áreas de mi vida aún necesitan rendirse completamente a Cristo para experimentar esa libertad y paz que Él promete?
3. ¿Confío verdaderamente en que Dios cuida de mí en todo momento, o suelo cargar con mis ansiedades y buscar soluciones en mis propias fuerzas?