Ester - Para Este Tiempo Has LlegadoMuestra

El valor de un Corazón Humilde

Lectura: Ester 6:7-9; Romanos 12:3

EOAO: Romanos 12:3

“Por la gracia que me ha sido dada digo a todos vosotros, que ninguno tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con modestia, y según la medida de fe que Dios repartió a cada uno”.

En el texto

La humildad es reconocer quiénes somos a la luz de quién es Dios y comprender que no merecemos nada por nosotros mismos. En Romanos 12:3, Pablo nos llama a vivir humildemente, pero no disminuyéndonos ni negando nuestro valor. En cambio, nos insta a vernos a nosotros mismos a través del lente de la santidad de Dios, sabiendo que todo lo bueno en nuestras vidas es un regalo de Él. Somos pecadores salvos por gracia, y todo lo que poseemos, ya sean habilidades, talentos u oportunidades, proviene de la mano generosa de nuestro Padre amoroso.

La verdadera humildad no consiste en pensar menos de nosotros mismos, sino en reconocer que Dios es la fuente de todo lo bueno en nuestras vidas. Cuando vivimos con esta perspectiva, esto moldea la manera en que vemos y tratamos a los demás. La humildad nos lleva a honrar a los demás, a valorarlos como lo hace Dios y a brindarles gracia y bondad, sabiendo que nosotros también hemos recibido mucha gracia.

En la lectura de hoy de Ester, vemos un contraste entre la humildad y el orgullo. Amán estaba consumido por pensamientos de su propia gloria, pero Dios estaba trabajando tras bambalinas, elevando a alguien con un corazón que lo buscaba. La historia de Ester nos recuerda que Dios valora los corazones humildes, aquellos que confían en Él y buscan amar a los demás como Él nos ha amado.

Querida amiga, vivamos con ojos que vean la mano de Dios en cada bendición. Seamos rápidos para alabar a Dios y servir humildemente a quienes nos rodean, sabiendo que todo don perfecto viene de Él. Al abrazar la humildad, nos convertimos en un reflejo de Su amor y gracia en un mundo que los necesita desesperadamente.

Oración

Querido Jesús, dame ojos para ver que todas las cosas buenas de mi vida vienen de ti. Llena mi corazón de gratitud por tu amor, tu misericordia y tu gracia. Ayúdame a vivir con un espíritu humilde, extendiendo a los demás el mismo amor y la misma gracia que tú me has dado tan generosamente. Amén.