Afilando mi espadaMuestra

Apocalipsis capítulo 4 nos ofrece una visión del trono celestial, donde Dios es adorado por seres celestiales y ancianos. Este capítulo es una revelación del poder, majestad y soberanía absoluta de Dios sobre toda la creación. Juan es llevado en espíritu al cielo, donde ve el trono de Dios, rodeado de 24 ancianos y cuatro seres vivientes, que continuamente adoran al Señor con alabanzas.

Esta visión establece el escenario de lo que vendrá en los siguientes capítulos del libro, subrayando la centralidad de la adoración a Dios como el Soberano de todo.

Alabemos al Señor mientras reflexionamos en este capítulo.

El capítulo 4 de Apocalipsis nos lleva directamente al trono de Dios, el centro de la adoración en el cielo. Al describir un trono que resplandece como una piedra preciosa, con un arco iris que lo rodea, Juan nos recuerda la infinita gloria, belleza y santidad de Dios. El hecho de que este trono sea el primer detalle que Juan menciona nos enseña algo crucial: todo en el cielo y en la tierra gira en torno a Dios y su gobierno soberano.

Los 24 ancianos representan la plenitud del pueblo de Dios a través de las generaciones, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Ellos se postran continuamente en adoración, reconociendo que todo poder, honor y gloria pertenecen a Dios. Este acto de adoración es clave para nuestra vida cristiana. Reconocemos que Dios es el centro de todo lo que hacemos, y que, al igual que los ancianos, debemos estar dispuestos a rendir nuestras coronas, es decir, todo lo que tenemos y somos, ante su trono.

Al reflexionar sobre esto, nos damos cuenta de que nuestra propia vida, con nuestras capacidades y limitaciones, debe unirse a este coro celestial en adoración y servicio a nuestro Creador. No importa cuán caótica pueda parecer nuestra situación, Él es soberano, digno de toda adoración y digno de que le entreguemos nuestras vidas en completa rendición y confianza.