Una vida de intimidad con DiosMuestra

¿Simple visita o presencia permanente? II
“Dile a la mujer sunamita que quiero hablar con ella.... La mujer...se quedó de pie en la puerta mientras Eliseo le dijo: “El año que viene, por esta fecha, ¡tendrás un hijo en tus brazos!”...Efectivamente, la mujer pronto quedó embarazada y al año siguiente, por esa fecha, tuvo un hijo, tal como Eliseo le había dicho”, 2º Reyes 4:12-17 (NTV).
¡Qué interesante! Cuando el profeta Eliseo SE QUEDÓ en la casa de la sunamita ocurrieron hechos sobrenaturales. ¡Así sucede siempre! Cuando Dios está presente, cosas buenas comienzan a suceder. La mujer no necesitó hacerle saber al profeta su necesidad, pero al sentirse tan bien recibido Eliseo quiso recompensarla: “Mira, has hecho lo mejor que has podido para atendernos. ¿Qué podemos hacer por ti?”, versículo 13 (PDT). Cuando Dios es honrado las necesidades son satisfechas. Después que honró al rey, Ester obtuvo todo lo que pidió, Ester 5:4, 8; 7:3; 8:5; 9:13-14. “Honren al Señor... pues nada faltará a los que lo honran”, Salmo 34:9 (DHH). Cuando Dios llega, siempre lo hace con regalos. Cuando el Señor se manifiesta nuestras más sentidas necesidades son suplidas.
La mujer no tenía ningún interés mezquino en servir al profeta. La sola presencia del profeta en su casa resultaba suficiente. Sin embargo, obtuvo por añadidura lo que anhelaba su alma. Cuando el rey ofreció a Ester la mitad de su reino ella no lo aceptó, se conformaba con que el rey estuviera en su fiesta. Las personas que estiman, valoran y consideran de mayor importancia la presencia de Dios que su favor son las que obtienen las mayores recompensas. Que quede claro, si bien es cierto que tener a Dios es tener su bendición, nuestra motivación más íntima no debe ser que Él abra su mano sino que nos comparta lo que hay en su corazón.
Lucas 7 narra el episodio de Jesús en la casa de Simón el fariseo: “Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa...Jesús, le dijo: “Simón, una cosa tengo que decirte”. Y él le dijo: “Di, Maestro”... “Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies... No me diste beso.... No ungiste mi cabeza con aceite...”, Lucas 7:36-48.
La Biblia no registra que Jesús haya estado en la casa de Simón otra vez. Su irreverencia y falta de hospitalidad hicieron que Jesús jamás repitiera la mala experiencia. ¿Cómo tratas al Señor? De esto depende que se quede en tu casa o no.
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/
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