Una vida de intimidad con DiosMuestra

Dios abrirá un camino
“Cuando el Señor vio que Jacob despreciaba a Lea, hizo que... tuviera hijos, pero a Raquel la mantuvo estéril”, Génesis 29:31 (DHH).
Jacob tuvo dos hermanas como esposas. Ese hecho generó rispideces entre ellas y desató una feroz lucha por el amor de Jacob. Lo sabemos por el significado de los nombres que les pusieron a sus hijos. Con el nombre de Rubén, Lea expresó su deseo de que Jacob la mirara como mujer: “ahora mi esposo me amará”, Génesis 29:32 (NTV). ¿La amó Jacob? No. Entonces al otro hijo lo llamó Leví: “ahora sí me amará mi esposo”, Génesis 29:34 (NVI). Tanto Raquel como Lea creían que cuántos más hijos le dieran a Jacob, más amadas serían por él. Luchaban por su atención. Se generó una competencia para ver quién tenía más hijos. Qué cuadro. Dos hermanas peleando por la atención del mismo hombre. De Lea podemos entenderlo porque era despreciada por su esposo, pero Raquel compite por algo que ya tiene. ¿No sucede lo mismo con nosotros? Nos vamos de un extremo a otro. A veces creemos que somos buenos y merecemos el amor de Dios. Otras veces reconocemos nuestra indignidad y damos por sentado que Dios nunca nos amará.
La Biblia afirma que Dios nos ama porque somos sus hijos: “Miren con cuánto amor nos ama nuestro Padre que nos llama sus hijos, ¡y eso es lo que somos!...”, 1ª Juan 3:1 (NTV). Somos hijos, somos amados y somos bendecidos, pero no por merecimiento. Nada hay en nosotros que sea suficiente para que Dios nos ame y nos bendiga. Contamos con su presencia y gozamos de su bendición de pura gracia. Lo menos que se espera es que seamos agradecidos. ¿Cómo? Mediante la obediencia y el servicio.
Una reflexión final. Posiblemente te sientas no querido, como Lea. No pierdas las esperanzas. Pon tu mirada en Dios y Dios pondrá la suya en ti. Si confías en Jesús, Dios transformará toda mala circunstancia en una bendición. Él moverá las piezas del rompecabezas para que todo encaje en tu vida y logres el destino que tiene para ti. ¡El futuro es prometedor para quienes confían en Dios!
“Señor confío mi vida y mi futuro en tus manos. Renuncio a mis tristezas y como Lea vuelvo mi mirada a ti. Recibo tu amor, y en tu aceptación sano mi alma. Gracias por Jesús, amén”.
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/