Una vida de intimidad con DiosMuestra

Cómo vencer la preocupación
“¿De qué sirve preocuparse...?”, Lucas 12:26 (NTV).
Recordemos a Saúl en sus inicios. Mientras buscaba burros Samuel lo ungió como rey de Israel. Luego “subió al lugar de adoración”, 1º Samuel 10:13. Allí se encontró con Dios y sus prioridades cambiaron. Postergó su misión de perseguir burros para buscar al Señor. En el momento en que Saúl tuvo una experiencia profunda con Dios se apagaron las preocupaciones por las cosas temporales de este mundo. ¿No hemos sido llamados a seguir su ejemplo? Jesús dijo: “No se preocupen por la vida diaria... Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás, y él les dará todo lo que necesiten”, Lucas 12:22-31 (NTV). ¿Qué es lo que Jesús enseñó? ¿Qué nos echemos en la cama, crucemos los brazos detrás de la cabeza y esperemos haciendo nada? No. Jesús nunca dijo que fuéramos perezosos. Lo que sí dijo fue: “hay una sola cosa por la que vale la pena preocuparse...”, Lucas 10:42 (NTV). Y esa cosa es nuestra relación con Dios. Excepto por esto, Jesús prohibió la ansiedad y la preocupación.
¿Cómo quebrar el poder de la preocupación? ¡Debemos mirar al cielo! La visión de las cosas celestiales apaga la sed por las cosas terrenales. El valor de los bienes terrenales decae cuándo: 1) descubrimos la gran herencia que nos espera en el cielo y, 2) se nos recuerda lo pronto que nos iremos de esta tierra. La fiesta de los tabernáculos o enramadas tenía como propósito que los israelitas recordaran esta verdad. Vivían en casas temporales durante siete días, Levítico 23:33-44. Al observar las marchitadas hojas de las ramas que empleaban como techo recordarían la fragilidad de la vida: “Porque ¿qué es la vida sino efímera neblina que en la mañana aparece y al poco rato se desvanece?”, Santiago 4:14 (NT-BAD).
El propósito de las enramadas era extirpar ‘el mundo’ del corazón de los israelitas. Y el Señor todavía nos espera en ‘la enramada’ para circuncidar nuestro corazón, matar el orgullo, sacrificar la ambición y aplastar la hipocresía. Si de verdad creyéramos la promesa de que Jesús está preparándonos un lugar eterno junto a Él en el cielo, tomaríamos todos los deseos mundanos y carnales que nos esclavizan y haríamos una hoguera con ellos. Recuerda que somos viajeros de paso, ciudadanos de otro mundo. Al igual que Abel, Enoc, Noé y Abraham que tu mayor anhelo “sea llegar a la patria celestial”, Hebreos 11:13-16.
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/
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