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EL NACIMIENTO DE JESÚS

“Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar". (Génesis 3.14-15)

Es un pensar que el nacimiento de Jesús fue una solución de último minuto, un ajuste inesperado a algo que había caído fuera del control etéreo de Dios. El texto de Génesis revela esto. La venida de Jesús ya estaba establecida incluso antes de la creación, y las circunstancias en las que estaban involucrados Adán, Eva y Satanás nunca tomaron a Dios por sorpresa. La presciencia de la faceta eterna y divina de su soberanía se vuelve aún más clara cuando vemos que, incluso para el reciente problema del pecado, Dios ya había preparado la solución. Pedro lo explicó de esta manera: “sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros”. (1 Pedro 1.19,20).

Esta realidad es tan cierta que se presenta en detalle en Apocalipsis 12, un texto en el que Juan hace explicar que la “serpiente antigua” era Satanás, que estaba guerreando en las regiones celestiales, deseando que el niño no naciera. Lo intentó, pero el niño nació y, al final de los tiempos, aplastará la cabeza de la serpiente, como está profetizado en Génesis. Quizás estas imágenes parezcan demasiado fuertes para Navidad, pero no lo son. El nacimiento de Jesús tuvo lugar en medio de conflictos humanos y batallas celestiales. Su venida trajo solución al mayor misterio del universo, como explica Pablo: “Dios, con toda su sabiduría y entendimiento, hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Efesios 1.8-10).

El universo entero, antes de que Jesús naciera, esperaba su venida. Todos los que nacimos después de su venida, volvimos la mirada hacia esa noche especial. Noche de paz, Noche de amor… Independientemente de cuando nazcamos, todos miramos en la misma dirección: la ciudad de Belén. Esto es Navidad: el universo está mirando en la misma dirección, según lo planeado por Dios.

El nacimiento de Jesús no es el mayor hito de la humanidad por casualidad. Independientemente de si fue exactamente hace 2021 años o no, todos miramos en la misma dirección. Recordamos la estrella, los ángeles, los reyes magos, José y María e, incluso, los animales del establo. Miramos esa escena bucólica y recordamos: "ese bebé es Dios, y, aunque es Dios, nació para nosotros"; todo eso sucedió según la voluntad del Padre, así que esta Navidad, cuando vayas a cantar los temas habituales, únete a Pablo y canta esta canción: “¡Cuán grandes son las riquezas de Dios! ¡Cuán profundo es Su conocimiento y su sabiduría! ¿Quién puede explicar Sus decisiones? ¿Quién puede entender Sus planes? Como dicen las Sagradas Escrituras: “¿Quién conocerá la mente del Señor? ¿Quién puede dar consejo? ¿Quién le ha dado algo a Dios para recibir su pago? "Porque todas las cosas fueron creadas por Él, y todo existe a través de Él y para Él. ¡Gloria a Dios por los siglos! ¡Amén!" (Romanos 11.33-36)