SABEN EQUIVOCARSE

Las personas que intentan cosas nuevas se equivocan una y otra vez. Usualmente, tratamos de ocultar nuestros fracasos y buscamos evitar que salgan a la luz. Por eso, Dios se encargó de incluir en su palabra los fracasos de muchos líderes, para mostrarnos que nosotros tampoco escaparemos de ellos.

A lo largo de la Biblia, encontramos ejemplos de personas que fracasaron. No debemos olvidar, por tanto, que nuestros referentes bíblicos fueron personas comunes y corrientes. Jesús fue el único Hombre perfecto: él no cometió pecado.

¿Reconocemos nuestras equivocaciones diarias? Requiere coraje admitirlas, pero es necesario hacerlo y, aun, confesarlas a otros creyentes. El secreto no está en no equivocarnos, sino en cuál será nuestra respuesta: o reconocemos el error y salimos adelante, o persistimos en el error y nos hundimos en nuestro propio ego.

El hijo pródigo hizo efectivo el reconocimiento de su falta en tres niveles: ante sí mismo, ante Dios y ante su padre (Lucas 15.17-18). El joven salió de su casa siendo un arrogante y regresó en completa humildad.

Las personas que reconocen sus errores, los aprovecharán al máximo. Tal reconocimiento los llevará a un compromiso constante de mejorar, de crecer, de parecerse más a Cristo.

Pero, muchas veces, es más fácil tener la actitud del hermano del hijo pródigo. Mirando a través de su propia perfección, él cuestionó la bondad del padre para con su hermano perdido, ¡y se victimizó! Asimismo, nosotros tendemos a ser más duros con los errores de los otros que con los propios, y nos amparamos en nuestra propia justicia.

No busques ocultar tus equivocaciones. Sé abierto respecto de ellas. Este será un buen ejercicio, que te permitirá ser misericordioso con los demás y crear un clima tolerante al error.

A veces, cuando no podemos ver en nosotros nuestras propias equivocaciones, caminamos por la vida con la actitud de ese mal hermano. Esfuérzate, para que todos puedan ver en ti la reacción amorosa del Padre.