El Recuento de los Daños para MatrimoniosMuestra

Aprender a pedir perdón

¿Alguna vez te has irritado en extremo porque, teniendo la razón, alguien osa contradecirte? O, ¿te ha sucedido que, habiendo protestado vehementemente de algo, te diste cuenta que estabas equivocado? Pues bien, advertir un error es una experiencia de aprendizaje, mientras que no asumir una equivocación es un obstáculo para tu crecimiento y madurez espiritual. Es probable que el rey David haya escrito parte del Salmo 32 luego de cometer el pecado de adulterio con Betsabé; sin embargo, el verso 5 ejemplifica la disposición de David a pedir perdón y la convicción, en su corazón, que un arrepentimiento verdadero activa la redención divina.

Aprender a pedir perdón es uno de los aspectos más importantes en nuestra vida, por lo que es necesario advertir que, si bien vamos a caer muchas veces en errores y equivocaciones, reconocer nuestras faltas constituye la chispa del verdadero arrepentimiento, del cambio de camino para recibir perdón generoso del Señor al rectificar nuestra actitud, tal como sucedió con David, a quien el Señor llamó un “hombre conforme a mi corazón”. Y reconozcamos que, no solamente fue el arrepentimiento de David lo que conmovió al Señor, sino también la forma en que cuidaba y valoraba la presencia de Dios en su vida. 

En el matrimonio, la asignatura “pedir perdón” no está en el “currículo oficial”. Algunas veces, hemos convertido el matrimonio en un escenario de lucha entre dos egos contrapuestos que buscan imponerse para establecer quién tiene el poder en la relación; y es probable que, quien detente el poder, piense que siempre tiene la razón. Esto reduce al mínimo las oportunidades para que los esposos se pidan perdón el uno al otro, aun cuando uno no haya cometido el error, pero con el fin de encontrar la paz en medio de la tensión.

Peor aún, el hábito de “no pedir perdón” repercute directamente en la relación personal de cada uno con el Señor. Podría volverse cada vez más difícil que los cónyuges, por separado, se acerquen a Dios para alimentar su relación personal con Él y pedir perdón, olvidando que en la primera carta de Juan se nos enseña que “si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad”. 

Para superar el escenario de confrontación entre dos egos contrapuestos en el matrimonio, es importante tomar muy en cuenta lo que la Palabra enseña sobre esta unión, desde la perspectiva del Señor: “por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo”. “Hacerse uno” va más allá de lo físico, pues implica la disminución de los egos para cumplir el propósito encomendado por Dios, trabajando y viviendo como un equipo. Comprometámonos a llevar un matrimonio que actúe con sinergia, cuyo objetivo principal sea darle honra al Señor.

Jorge Bedregal Marzluf
Kaiō+25, grupo de jóvenes - Jazôn