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Hijos libres en un mundo cautivo

DÍA 7 DE 10

DÍA 7: SOLDADO DE DIOS

Cuando Dios hace odres nuevos, es para llenarlos con un nuevo vino. Es como transformar vasos de barro que estaban rotos, y hacerlos odres aptos para el mejor vino. O como cuando transforma agua simple, y la convierte en un vino muy rico. Cuando toma el lodo y lo unta en los ojos del ciego para sanar, convirtiendo el lodo en medicina. La ocasión donde sube en un asno para su entrada triunfal a Jerusalén. También, cuando usa a 12 desadaptados para llenar el mundo de su palabra y llevar el evangelio a los lugares más inhóspitos. O como yo, un pecador, el peor de todos; que fui hecho su instrumento para enseñar a muchos otros que, como yo, estaban presos de sus pecados. 

Dios estaba planeando hacer algo al respecto, y fue a capacitar a 4 jóvenes judíos, entre 17 y 19 años; para proclamar de la grandeza de Jehová en Babilonia, un pueblo pagano. Dios les dio dones, sabiduría y la capacidad necesaria para vencer las fortalezas babilónicas y destacar del resto. Ellos eran 10 veces mejores que todos los sabios y consejeros del rey Nabucodonosor (Daniel 1: 19: 21). Tuvieron un proceso largo, tal vez ni ellos mismos lo sabían en ese momento, pero detrás del telón Dios estaba obrando en el interior de sus siervos, y sobre todo en Daniel, a quien se le había dado el don de “visión y sueños”. Él iba a ser el profeta Daniel, el que llevara el RUAH de Jehová. Es decir, el Espíritu de Dios iba a estar en Él.

El proceso que hasta hoy hemos hablado, desde cuidar nuestro corazón, determinar nuestra identidad, vivir como hijos amados y ser barro en sus manos; nos trae aquí. Dios no nos perfecciona día a día solamente para tener una vida simple y sencilla, sino para tener una extraordinaria, porque interiormente nos está capacitando para ser soldados suyos, que traigan el Reino de los Cielos a esta tierra y defiendan su santidad (Efesios 6: 12). 

Dios, al empezar a formar ese nuevo hombre en nosotros, nos dio como garantía de todo a su Espíritu Santo que mora en nuestro interior (1 Corintios 1: 22). Esto quiere decir que, la misma persona de Jesucristo mora en nuestro interior, el mismo Dios está viviendo en nosotros. Pero depende de nosotros cuánto vivimos por el Espíritu (Efesios 3: 16 – 17), que ese hombre interior, esa nueva creación de Dios sea fortalecida por su Espíritu y se unan en adoración. Y es que no solamente el Espíritu nos va perfeccionando, sino que también nos ha dotado de dones (1 Corintios 12: 3 – 11). Primero, entender que no podemos llamar “Señor” a Jesús si el Espíritu Santo no nos lo ha manifestado, quiere decir que, el Espíritu nos está llamando y capacitando para el servicio de Dios y someternos a su Señorío.

Los dones que se nos han dado, no son para nuestro provecho, para nuestro éxito profesional o para vanagloriarnos delante de nuestra familia o congregación, sino que se nos han dado para el provecho de la Iglesia, para que el cuerpo de Cristo sea fortalecido y estemos capacitados para nuestra pelea espiritual. Los dones no son para lucrar, porque no son nuestros, sino que son para servir a las personas y glorificar a Dios. Por ello, no debes dejar que el Espíritu duerma, sino que debes avivar el fuego y el don que arde en ti (2 Timoteo 1: 6 – 7). Los dones del Espíritu te van a capacitar para proclamar de Cristo, es más, el Espíritu te fortalecerá en el proceso, y todas las debilidades que tienes, las irá corrigiendo con amor.

Recuerda que al igual que Daniel, no tienes un Espíritu débil y parco, sino que tienes uno poderoso que mientras más lo dejes manifestarse, obras mayores verás. Porque tus dones no serán manifiestos, sino hasta que el Espíritu de Dios encuentre libertad en tu interior, y ello se logra solamente dejando de entristecerlo (Efesios 4: 30 – 32). No lo escondas con tu maldad, sino que deja que su luz y perfección hagan a un lado tu humanidad y capaciten como soldado de Cristo. 

Gracias por leer el devocional de hoy, recuerda que eres un hijo muy amado de Dios. 

Para Reflexionar: ¿Te mantienes alerta a los ataques del enemigo? ¿Estás usando el don que Dios te dio para el crecimiento de su Reino? 

Quiero que sepas algo, Jesús sufrió cansancio, golpes y heridas en su espalda. También le pusieron una corona de espinas en la cabeza, y no solo eso, sino que clavos fueron insertados en sus manos y sus pies. Una lanza atravesó su costado, fue herido de la peor manera y quebrantado hasta la muerte. ¿Por quién lo hizo? Por ti y por todos los que ves a tu alrededor, para que seamos liberados del poder del pecado y la muerte. Tú puedes cambiar esa corona de espinas por coronas de oro, y esas heridas por almas ganadas. Aun cuando lo veamos en la eternidad, Él seguirá con las mismas heridas, pero puedes pelear con las armas que te entregó y ganar una sonrisa del Maestro, de nuestro Señor y Dios. 

Ora mucho y aviva el fuego del Espíritu, mantén alerta tus ojos espirituales. 

Abrahan Gonzáles

Discipuladores21 

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Acerca de este Plan

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