[Ahora es el momento: Lucas] Ser o no ser, esa es la cuestiónMuestra

Vivir sin ofensas

Cuando la Palabra nos instruye a perdonar, es para cuidarnos a nosotros mismos, no al ofensor. La falta de perdón no hiere al ofensor, sino a nosotros mismos y nos lleva a perder las bendiciones de la vida en Dios. Cuando Jesús, enseñó el Padre nuestro a los discípulos, habló sobre la necesidad de perdonar y cómo su falta puede afectar la relación con Dios. 

Para perdonar es necesario tener la habilidad de procesar la ofensa espiritualmente y de forma inmediata, con vista al futuro. No es que no duela, es que el dolor no debe quedarse dentro de mí y, para eso, debo procesar rápidamente la herida antes de que produzca infección o se adueñe de mi ser. Por lo tanto, debo ir a la «enfermería espiritual» y pedir al Espíritu Santo que la neutralice, para que deje inerte su acción destructiva dentro de mí (rencor, venganza, raíz de amargura, etc.) y elimine lo más pronto posible toda consecuencia. Debemos tener presente que lo más importante es estar sanos y limpios, —el acto de perdonar doblega el ego y los impulsos carnales—, para poder enfrentar el futuro glorioso que se avecina. 

Finalmente, la mejor manera de perdonar es no dejar entrar el veneno de la ofensa en mi sistema, es decir, ser como Jesús, que miraba la ofensa como la necesidad de alguien incapaz de entender, amar o servir. En otras palabras, miremos a los ofensores como personas que nos piden ayuda, que no pueden por sí mismos procesar sus limitaciones. La meta debe ser vivir en plenitud nuestro caminar en fe, sin olvidar que Dios nos perdonó en Cristo.

Reflexiona 

¿Qué pasaría si Dios no tuviera una actitud de perdón continuo? ¿Es el perdón un beneficio para el otro o para mí?

Responde 

¿Vale la pena vivir con cargas y perder la plenitud de lo que Dios quiere darnos? 

Ora

Señor, dame la gracia de poder perdonar inmediatamente a los demás. Ayúdame a estar limpio y listo para servir en plenitud, sin nada que se interponga entre nosotros. Que el Espíritu Santo me ayude hoy mismo a echar de mi vida toda consecuencia de la falta de perdón, que pueda perdonarme a mí mismo y a los demás, para poder así también vivir el perdón de Dios.