La parte de la voluntad de Dios que nadie quiereMuestra

Más cerca de Cristo

Las pruebas de la vida tienen el propósito de acercarnos más a Cristo. La noche en que Jesús fue traicionado, encontramos a Juan recostado con su cabeza en el pecho de su maestro (vea Juan 13:22-25). Cuando Jesús anunció que uno de sus discípulos lo traicionaría, lo más probable es que la reacción de Juan haya sido levantar rápidamente la cabeza y apartarla con asombro. En mi imaginación veo a Jesús poniendo su mano suavemente sobre su cabeza para acercarlo de nuevo a Él.

Cerca de Jesús es exactamente donde necesitamos estar cuando vienen las palabras que nos perturban o las circunstancias que nos hieren. Este tipo de intimidad puede ser un poco incómoda para algunos, especialmente para los hombres, pero la imagen física señala a una realidad espiritual más profunda. Cuando uno de mis hijos quiere subirse a mi regazo y se acerca a mí después de una rozadura en la rodilla o una pesadilla, no puedo evitar recordar el tierno amor que tiene Dios por sus hijos. Me encanta ser la persona a quien ellos recurren. Piénsalo: hay una lista muy corta de personas que tienen una invitación abierta a poner su cabeza en tu hombro o pecho. Mi lista solo incluye a mi esposa y mis hijos. Nadie más recibe ese tipo de abrazos, porque hay una profundidad de relación que antecede tal contacto íntimo.

Cuando estoy sufriendo, cuando estoy experimentando esa parte de la voluntad de Dios que no quiero, Él es al que yo recurro. La verdad es que Dios ha «configurado» esta vida para requerir a Jesucristo en su centro (Colosenses 1:17) Al enfrentar la parte de la voluntad de Dios que no quiero, Él es a quien me acerco, confiando que está entretejiendo un plan; incluso cuando no entiendo cómo.

A través de esa mañana difícil de pérdida y aflicción, Kelly y yo aprendimos lecciones inmensurables de confianza. Escogimos orar y creer que Dios tenía el control. Regresamos a casa del hospital y pusimos algunas de nuestras canciones favoritas de alabanza a todo volumen en el estéreo... y lloramos. Enfocamos nuestra atención en Dios y nos acercamos a Él, sufriendo, pero sabiendo que era Él lo que más necesitábamos. No nos gustó su voluntad y no la quisimos, pero Él no nos preguntó eso. No tiene que hacerlo porque Él es el Soberano. Mi responsabilidad es aferrarme a Él con confianza (Habacuc 3:17-19).

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