Una Vida FructíferaMuestra

Al estudiar el fruto del Espíritu, primero debes comprender que este se activa solamente cuando estás conectado con el Espíritu. Creo que a veces nos confundimos acerca de esto. Pensamos que simulando exteriormente el fruto del Espíritu, ganamos acceso al Espíritu.

Al analizar la bondad, la relaciono a un ejemplo de la época en que crecia y hacía las tareas del hogar. Cuando no limpiaba mi habitación, mis padres me amenazaban con castigarme. Limpiaba a regañadientes y me molestaba que mis padres aparentemente no apreciaran que mi habitación estuviera limpia.

Me frustraba que esa acción no obtuviera reconocimiento o elogio. Pero mis padres no querían castigarme; querían que esa responsabilidad me condujera a cosas más grandes y mejores. Cumpliéndola gané la confianza de mis padres, y desapareció la frustración y el enojo hacia ellos que evitaba que accedieran a otras áreas de mi vida.

La bondad de Dios está en la punta de nuestros dedos y cuando nos conectamos con el Espíritu, fluye naturalmente. La intención de Dios es que no nos esforcemos para poder disfrutar de su bondad. Cuando la reconocemos en nuestras vidas, fluye a lo largo de ellas dándonos la oportunidad de compartirla con los demás.

A todos nos encanta recibir un regalo, pero muchas personas también disfrutan al dar un regalo. Si fuéramos honestos con nosotros mismos, podríamos admitir que es más fácil dar cuando hemos recibido. Si un amigo te compró un regalo para tu cumpleaños, te asegurarías de no olvidarte de su cumpleaños. Dios nos ha dado el regalo del sacrrificio supremo. Necesitamos comenzar nuestro día con una oración de acción de gracias y reconocimiento porque nos ha sostenido y nos ha bendecido siempre. Al comenzar así nuestro día, activaremos ese Espíritu de bondad para compartirlo.

Dios ha provisto y seguirá proveyendo. ¡Comienza tu día con esa confianza y celebra la bondad con tus amigos, tu familia, tus vecinos y tus compañeros de trabajo!

- Walter Hayes, Director de Desarrollo de Negocios