El amor permanece - Semana SantaMuestra

Jesús había sido arrestado. El único hombre que una nación había estado esperando para que trajera libertad de la opresión bajo la cual vivían, había sido interrogado, golpeado, juzgado y sentenciado a muerte. 

¿Qué habrán sentido sus discípulos? La vida, como la conocían, estaba cambiando de forma repentina e impactante. Sus esperanzas de una liberación física habían sido aplastadas y ¿para qué? Habían visto los milagros, había creído que Jesús era el hijo de Dios, entonces, ¿cómo esto podía estar sucendiendo? ¿Él no los iba a salvar? ¿Jesús no podría haber detenido todo esto? 

Sí. Él podría haberlo hecho. ¿Y entonces por qué no lo hizo? 

Porque Jesús amaba desinteresadamente. Lo que los discípulos ni siquiera podrían haber sabido o entendido en ese momento era ese físico acto de muerte: de renunciar a la propia vida, abrir las puertas a algo mucho más grande. Nos abrió las puertas a una invitación para que dejemos nuestras vidas, agendas, egos, por el bien de otros y por la posibilidad de una verdadera vida. 

Lee Lucas del 22:66 al 23:56, y pregúntate ¿qué te dice Dios en esta temprada?