Sentirse mejor: Devociones de Tiempo de Gracia Muestra

Mi Mente: Soy tan tonto

“Bueno, este es otro buen lío en el que me has metido”. Oliver Hardy hizo su carrera regañando a Stan Laurel en el escenario y en la pantalla. Los miembros de la audiencia siempre se reían porque ellos también lo hacían. La primera fase de la respuesta cuando las cosas van mal es mirar a los demás para culparlos. En segundo lugar, siempre se puede culpar a Dios por haber enviado o haber permitido que llegaran los problemas.

La fase más oscura es cuando uno se da cuenta de cuántas de las heridas son auto-infligidas.

Nadie me obligó a tomarme todos esos tragos o a irme detrás de esa mujer. Nadie me obligó a hacer esas inversiones sin valor o a discutir con el jefe. Nadie me obligó a seguir jugando en esa máquina tragamonedas. Nadie me obligó a coquetear con ese hombre casado. ¿Por qué no sé cuándo callar? ¿Por qué estoy de mal humor todo el tiempo? ¿Por qué tomé ese dinero cuando ni siquiera lo necesitaba?

¿Qué debo hacer? Hable con Dios y dígale la verdad. “Dios, tú conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos” (Salmo 69:5). Siempre es bueno humillarnos; los soberbios y arrogantes no creen que lo necesiten. Dios puede ayudar a los humildes; y cuanto más humilde sea nuestro espíritu, más probable es que lleguemos a escuchar las palabras de Dios, palabras de perdón, de afecto y de instrucción.Mi Mente: Soy tan tonto

“Bueno, este es otro buen lío en el que me has metido”. Oliver Hardy hizo su carrera regañando a Stan Laurel en el escenario y en la pantalla. Los miembros de la audiencia siempre se reían porque ellos también lo hacían. La primera fase de la respuesta cuando las cosas van mal es mirar a los demás para culparlos. En segundo lugar, siempre se puede culpar a Dios por haber enviado o haber permitido que llegaran los problemas.

La fase más oscura es cuando uno se da cuenta de cuántas de las heridas son auto-infligidas.

Nadie me obligó a tomarme todos esos tragos o a irme detrás de esa mujer. Nadie me obligó a hacer esas inversiones sin valor o a discutir con el jefe. Nadie me obligó a seguir jugando en esa máquina tragamonedas. Nadie me obligó a coquetear con ese hombre casado. ¿Por qué no sé cuándo callar? ¿Por qué estoy de mal humor todo el tiempo? ¿Por qué tomé ese dinero cuando ni siquiera lo necesitaba?

¿Qué debo hacer? Hable con Dios y dígale la verdad. “Dios, tú conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos” (Salmo 69:5). Siempre es bueno humillarnos; los soberbios y arrogantes no creen que lo necesiten. Dios puede ayudar a los humildes; y cuanto más humilde sea nuestro espíritu, más probable es que lleguemos a escuchar las palabras de Dios, palabras de perdón, de afecto y de instrucción.