El Areópago DigitalMuestra

Has obedecido. Venciste el miedo y usaste la estrategia. Publicaste tu mensaje. Pero el resultado es... 10 vistas. El desánimo es real. La comparación nos roba el gozo y pensamos: "Es un fracaso. No vale la pena". Pero aquí es donde debemos cambiar nuestra métrica de éxito por la métrica de Dios.
Miremos a Felipe: estaba en un avivamiento masivo en Samaria, ministrando a multitudes. De repente, Dios le da una orden absurda: dejar las multitudes para ir a un camino desierto. Allí encuentra a una sola persona. A los ojos del mundo, pasar de 100.000 a 1 es un fracaso rotundo. Pero en la economía de Dios, ese "uno" era el tesorero de Etiopía, la persona clave para llevar el Evangelio a un continente.

¿Y qué hizo Felipe con esa "sola vista"? Sembró la Palabra. Y Dios nos da una promesa absoluta en Isaías 55:11: "así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié". La Palabra en sí misma tiene el poder; no depende de cuántos la oigan. La Palabra que Felipe predicó a ese "uno" no volvió vacía, ¡fue prosperada para una nación!

Esto nos lleva a la verdad liberadora de 1 Corintios 3:6: "Yo sembré, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios". Nuestro trabajo no es generar el crecimiento, ni siquiera medirlo. Nuestro trabajo es ser como Felipe: fieles en sembrar la Palabra, ya sea a multitudes o a uno solo. Esas "10 vistas" pueden ser 10 "etíopes" estratégicos. Sé fiel en sembrar. Dios es fiel en hacerla crecer.

Oración / Reflexión:
Señor, perdóname por medir el éxito con mis ojos. Quita mi obsesión por las multitudes y dame Tu corazón por el individuo. Ayúdame a ser fiel en sembrar Tu Palabra, confiando en Tu promesa de que no volverá vacía y en Tu soberanía para dar el crecimiento. Libérame de la presión de los resultados. Amén.