Descubriendo el propósito de mi vidaMuestra

El propósito se revela en medio del proceso

Muchas veces queremos que Dios nos muestre el mapa completo de nuestro propósito: cada paso, cada decisión, cada resultado. Pero la realidad es que Dios revela su propósito a través de un proceso, no de un atajo. Y ese proceso, aunque no siempre es fácil, forma parte esencial del plan divino.

El apóstol Pablo nos recuerda en Romanos 8:28 (RVR1960) que “todas las cosas” ayudan para bien a los que aman a Dios. No algunas, sino todas: los triunfos y las derrotas, los aciertos y los errores, la alegría y el dolor. Nada se desperdicia en las manos del Señor. Cuando vivimos amándolo y caminamos conforme a su propósito, Él usa cada temporada para moldearnos y acercarnos más a su voluntad.

La vida de José es un ejemplo claro. Vendido por sus hermanos, acusado injustamente y olvidado en prisión, parecía estar muy lejos del propósito de Dios. Pero al final, José pudo decirles a sus hermanos: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien” (Génesis 50:20 RVR1960). Lo que parecía una tragedia se convirtió en parte del plan de salvación para toda una nación.

El proceso no solo nos lleva al propósito, sino que nos forma para sostenerlo. Muchos quieren llegar rápido, pero Dios se interesa más en el carácter que en la velocidad. El desierto enseña humildad, la espera enseña paciencia, y las pruebas enseñan dependencia. Cada dificultad tiene una lección que prepara nuestro corazón. Sin formación, el propósito se vuelve insostenible.

A veces pensamos que el proceso es una interrupción del plan de Dios, pero en realidad es el medio que Él usa para cumplirlo. Filipenses 1:6 (RVR1960) nos asegura: “El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” Dios no deja nada a medias. Aunque no entiendas lo que pasa, Él sigue obrando, incluso en lo invisible.

El proceso también se revela en lo cotidiano. No siempre vendrá con grandes señales o momentos sobrenaturales. Moisés estaba cuidando ovejas cuando vio la zarza ardiente. Rut recogía espigas cuando conoció a Booz. Pedro pescaba cuando Jesús lo llamó. La fidelidad en lo pequeño abre la puerta a lo eterno. Si eres fiel donde estás, Dios se encargará de mostrarte el siguiente paso.

Y aun cuando fallamos, Dios no descarta su propósito. David pecó, Pedro negó, Moisés dudó; pero todos fueron restaurados y usados por el Señor. El fracaso no cancela tu propósito, solo te recuerda tu necesidad de gracia. Si pones tus errores en las manos de Dios, Él los transformará en testimonios de su fidelidad.

El proceso también tiene un propósito relacional: enseñarnos a depender de Dios. Si Él nos mostrara todo desde el principio, confiaríamos en el plan más que en el Planificador. Por eso, el propósito se revela mientras caminamos en fe, paso a paso, obedeciendo la luz que tenemos hoy.

Piensa en la etapa que estás viviendo ahora. ¿La ves como una pérdida o como parte del proceso de Dios? Hoy, decide confiar en que Él está obrando incluso cuando no lo ves. Sé fiel en lo pequeño, persevera en la oración y permite que el Espíritu Santo forme tu carácter. Dios no se ha olvidado de ti; está usándolo todo para tu bien y para su gloria.

Oración final:
Señor, gracias porque cada etapa de mi vida está en tus manos. Aunque a veces no entienda lo que haces, confío en que todo contribuye a tu propósito eterno. Ayúdame a aceptar el proceso, a aprender de él y a ser fiel donde me has puesto. Moldea mi corazón, fortalece mi fe y hazme más semejante a Cristo mientras espero tu perfecta voluntad. En el nombre de Jesús, amén.