Descubriendo el propósito de mi vidaMuestra

Dones y talentos al servicio del Reino

Una de las formas más claras en que Dios revela su propósito en nosotros es a través de los dones y talentos que nos ha dado. La Biblia enseña que cada creyente ha recibido de Dios una gracia particular para servir: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros” (1 Pedro 4:10 RVR1960). Esto significa que nadie fue creado sin propósito ni excluido del plan de Dios.

Muchas personas piensan que servir a Dios requiere un llamado extraordinario o habilidades fuera de lo común. Pero el apóstol Pedro aclara que los dones son parte de la “multiforme gracia de Dios”, es decir, una gracia diversa, rica y variada. Algunos tienen dones visibles, como la enseñanza o la música; otros tienen dones discretos pero poderosos, como la intercesión, la hospitalidad o el servicio. Todos son importantes, porque todos provienen del mismo Espíritu.

1 Corintios 12:4-7 (RVR1960) lo explica así: “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo... pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.” En otras palabras, los dones no se dan para nuestra satisfacción personal, sino para beneficio de otros y para la edificación del cuerpo de Cristo.

Uno de los errores más comunes es pensar que el propósito se trata solo de nuestros sueños o metas individuales. Sin embargo, Dios nos muestra que el propósito tiene que ver con servir. No fuimos creados para ser consumidores espirituales, sino colaboradores del Reino. Cada don que Dios te ha dado es una herramienta para bendecir, sanar, enseñar, consolar o animar a alguien más.

Jesús enseñó este principio en la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30 RVR1960). Los siervos fieles que usaron lo que el amo les confió fueron recompensados con más: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré” (Mateo 25:21 RVR1960). Pero el siervo que escondió su talento fue reprendido. El mensaje es claro: los dones no se guardan, se usan. Dios bendice la fidelidad, no la pasividad.

Descubrir los dones que Dios te ha dado no siempre ocurre de manera inmediata. A veces los reconocemos al servir, no al esperar. Cuando decides involucrarte —ayudar en tu iglesia, acompañar a alguien, enseñar, visitar, dar—, comienzas a ver cómo Dios te usa y confirma para qué fuiste creado. La acción revela el propósito.

También debemos recordar que los dones no son trofeos, sino responsabilidades. Pedro usa el término “buenos administradores”, lo que implica rendición de cuentas. Todo lo que Dios nos da —tiempo, talentos, recursos— debemos usarlo con humildad y fidelidad. Un administrador no busca su gloria, sino la del dueño.

Y si alguna vez sientes que tu don es pequeño, recuerda que en el Reino de Dios la grandeza se mide por la fidelidad, no por la visibilidad. El acto de amor más sencillo hecho en el nombre de Jesús tiene un valor eterno.

Haz una pausa hoy para identificar los dones y talentos que Dios te ha dado. Pregúntate: ¿qué hago bien y disfruto hacer? ¿Qué reconocen otros en mí? Luego, busca una forma concreta de usar esos dones para servir. No esperes a tenerlo todo claro: comienza hoy donde estás. Sirve con gozo, y verás cómo Dios te revela más de su propósito en el camino.

Oración final:
Señor, gracias porque me has dado dones y talentos como expresión de tu gracia. Perdóname por las veces que los he guardado o usado solo para mí. Enséñame a servirte con humildad y fidelidad. Usa mis manos, mis palabras y mis habilidades para bendecir a otros y edificar tu Reino. Que cada don que me confiaste refleje tu gloria y multiplique tu amor. En el nombre de Jesús, amén.