Descubriendo el propósito de mi vidaMuestra

El propósito comienza en Dios

Desde el inicio de los tiempos, el ser humano ha buscado respuestas a una de las preguntas más profundas: ¿para qué estoy aquí? En medio de los desafíos, las comparaciones y la búsqueda constante de significado, Dios nos recuerda una verdad eterna: el propósito de la vida no comienza en nosotros, sino en Él.

El apóstol Pablo lo expresa con claridad en Colosenses 1:16 (RVR1960): “Porque en él fueron creadas todas las cosas... todo fue creado por medio de él y para él.” Esta declaración cambia radicalmente nuestra perspectiva. No somos el centro de la historia, sino parte de la gran historia de Dios. No fuimos creados para buscar nuestra propia gloria, sino para reflejar la suya.

El mundo nos enseña que debemos “descubrirnos a nosotros mismos”, seguir nuestros sueños y perseguir la felicidad personal como fin último. Pero la Biblia nos enseña algo muy diferente: no entenderemos nuestro propósito hasta que lo busquemos en el Creador. El propósito no se inventa; se descubre en relación con Aquel que nos formó.

Antes de que nacieras, Dios ya había pensado en ti. Efesios 2:10 (RVR1960) lo afirma así: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” Eso significa que tu existencia no es un accidente, sino una expresión intencional del amor y la sabiduría de Dios.

Cuando entendemos que el propósito comienza en Dios, cambia nuestra forma de vivir. Ya no preguntamos: “¿Qué quiero hacer con mi vida?”, sino “Señor, ¿qué quieres hacer con la vida que me diste?”. Esta pregunta es clave, porque pone a Dios en el lugar que le corresponde: el centro.

Además, este enfoque nos da descanso. Vivimos en una cultura que mide el valor por los logros, el éxito o la productividad. Pero cuando comprendemos que fuimos creados “para Él”, descubrimos que nuestro valor no depende de lo que hacemos, sino de quién nos creó. Si mi propósito está en Dios, no se destruye cuando fracaso ni cambia cuando las circunstancias se complican. Su plan para mí es firme, porque está anclado en su carácter eterno, no en mis resultados temporales.

También nos libera de la comparación. En tiempos donde todos exhiben sus éxitos en redes sociales, es fácil creer que otros viven vidas más significativas. Pero cuando reconoces que Dios te creó con un propósito único, dejas de competir y comienzas a confiar. No necesitas copiar a nadie; solo necesitas caminar fielmente en el diseño que Él preparó para ti.

Finalmente, esta verdad le da sentido a lo cotidiano. A veces pensamos que vivir con propósito significa hacer grandes cosas o lograr hazañas visibles, pero la Biblia enseña que cada acto hecho para la gloria de Dios —trabajar con excelencia, servir con amor, criar con paciencia, estudiar con integridad— forma parte del propósito eterno. Lo ordinario se vuelve extraordinario cuando lo hacemos para Él.

Hoy, cambia la pregunta. En lugar de pensar “¿qué quiero de la vida?”, pregúntate: “¿qué quiere Dios hacer con mi vida?”. Dedica un tiempo a orar y escribir las áreas donde has vivido centrado en ti mismo. Entrégalas al Señor y pídele que te enseñe a vivir para su gloria. Recuerda: tu propósito no comienza en tus planes, sino en el corazón de Dios.

Oración final:
Señor, gracias porque no soy un accidente, sino una creación intencional de tus manos. Hoy reconozco que mi propósito comienza y termina en ti. Perdóname por buscar sentido lejos de tu voluntad. Te entrego mis sueños, mis planes y mis fuerzas, para que todo en mi vida refleje tu gloria. Enséñame a vivir cada día consciente de que fui creado por ti y para ti. En el nombre de Jesús, amén.