Adviento en acción: Encuentros que cambian tu historiaMuestra

Día 1 – Cuando el Verbo se hizo carne
Adviento es la temporada de la espera: la humanidad en sombras anhelando la llegada de la luz. En medio de esa larga noche, Dios irrumpe en la historia de una manera que nadie esperaba: el Creador se hace criatura. Juan 1:14 (NBLA) nos dice que “el Verbo se hizo carne” y, en esa frase, se resume la grandeza del evangelio. El Dios eterno no envió un mensajero, sino que vino Él mismo. No apareció como un mito, sino como un niño en un pesebre.
Durante siglos, los profetas habían anticipado esta irrupción divina. Isaías habló de una virgen que daría a luz a un hijo llamado Emanuel —Dios con nosotros— (Isaías 7:14). Miqueas señaló el lugar exacto donde ese Rey nacería: Belén (Miqueas 5:2). Todo apuntaba al momento en que Dios tomaría forma humana para salvar a su pueblo.
Filipenses 2:5-8 nos revela la profundidad de esa humillación. Cristo, siendo en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a lo cual aferrarse, sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo. Este acto no fue un teatro celestial, sino una encarnación real: el Todopoderoso se hizo vulnerable. Hebreos 2:14-15 añade que participó de nuestra carne y sangre para destruir al que tenía el poder de la muerte y librarnos del temor que nos esclavizaba.
El nacimiento de Jesús no es simplemente el inicio de una historia navideña: es la manifestación visible de la fidelidad de Dios. “Cuando vino la plenitud del tiempo,” dice Gálatas 4:4-5 (NBLA), “Dios envió a Su Hijo… para que recibiéramos la adopción como hijos”. Ese verbo “envió” nos recuerda que la encarnación fue una misión deliberada. Cristo vino con propósito: redimir, restaurar, reconciliar.
En Romanos 8:3 (NBLA), Pablo explica que Dios envió a su Hijo “en semejanza de carne pecaminosa”, pero sin pecado, para condenar el pecado en la carne. En otras palabras, Jesús tomó nuestro lugar, no solo para mostrarnos amor, sino para satisfacer la justicia divina. Así, la Navidad no es un mensaje de ternura sentimental, sino una proclamación de salvación poderosa.
Tim Keller lo resumió bien: “El evangelio no es un consejo que seguir, sino una noticia que recibir”. La encarnación no nos invita a mejorar nuestra vida, nos invita a rendirla ante Aquel que vino a transformarla.
El Adviento nos recuerda que Dios no se quedó lejos. Él entró en el polvo, en el llanto y en el hambre humana para habitar entre nosotros. Jesús es Emanuel: el Dios que camina con nosotros, siente con nosotros y muere por nosotros.
Reflexión práctica:
- ¿Has pensado que Dios realmente se hizo hombre por ti?
- ¿Cómo cambia eso tu visión de la Navidad y de tu vida diaria?
Toma unos minutos hoy para adorar en silencio y repetir:
“El Verbo se hizo carne… y habitó entre nosotros”.
Acerca de este Plan

El Adviento no es solo una espera pasiva, sino una invitación a encontrarnos con Jesús de forma transformadora. En este devocional de siete días, descubrirás cómo cada encuentro con Cristo, desde María y los pastores hasta Zaqueo y Simeón, reescribe historias y renueva corazones. Vive esta temporada con fe activa, esperanza renovada y una adoración que responde al Dios que aún transforma vidas.
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Nos gustaría agradecer a Felipe Echeverri por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.martepodcast.com
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